¿El Big Bang o la palabra?

A Amos Oz

Leo un pequeño ensayo sobre el instante en el que alguien decide escribir algo. Al autor, Amos Oz, no le falta ingenio; tal vez debería hacer constar con más insistencia que la manera de empezar que describe es una entre otras, acaso la suya, no la única. Podemos imaginar que cada uno tiene una manera de empezar propia, nunca única. Amos Oz dice que, en términos ideales, al iniciar un relato habría que retroceder como mínimo hasta el Big Bang, «ese orgasmo cósmico con el cual empezaron todos los bangs menores». Pájaro bobo está convencido de que, en buena lógica, el punto de partida de todo relato humano, hablado o escrito, es la palabra: la palabra que, al surgir, habla de la palabra. No le parece lógico que precisamente un judío se remita el cataclismo de todos los cataclismos cósmicos como punto de partida. Él diría que en este caso es obligado invocar la palabra en cuanto alumbradora de todos los mundos reales e imaginarios, sobre todo imginarios. Imaginarios e imaginados.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no debemos pensar que la palabra surgió, necesariamente, antes de que se produjera el Big Bang?
En cualquier caso tenemos derecho a imaginar que sin palabra hoy no habría ni relato (historia) ni relatos humanos para humanos (literatura). Gracias, Amos.

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