¿Deseos imposibles?
Pájaro bobo, alienado y esquizofrénico por designio divino, siempre se ha sentido atraído, a un lado, por el orden cósmico (¿inhumano?) y, a otro, por criaturas condenadas a vivir en la miseria. Entre los grandes sueños de su vida tiene anotado: pasar una temporadita a la sombra con quinquis, manguis, afines y homólogos, dormir algo así como un par de meses en una estación de metro con miembros del lumpen urbano y suburbano, hacerse amigo de un perro callejero y aprender a sobrevivir con él y como él, frecuentar puentes, desguaces, banlieues de inmigrantes/emigrantes y urbanizaciones, polígonos y suburbios con botellón y botelloteca, escuchar las historias y leyendas de mendigos borrachines y caritativos con saco de dormir y vivir, contratar los servicios de una puticlista o una concubina con mucha experiencia y mano izquierda pero sólo para que le cuente sus experiencias, pues siempre se ha dicho que las damas de este gremio [conocidas en otro tiempo como hermanitas de la caridad] son grandes psicólogas, instalarse sin contrato de alquiler o con contrato indefinido en una casa ruinosa y compartir suciedad, humo, tabaco y potaje con inmigrados del sur, del este, de las Indias Occidentales y del septentrión hasta que el cuerpo ya no aguante. Okupas, fuera.
La verdad es que, además de ésos, tiene otros deseos acaso no tan imposibles pero sin duda más pecaminosos y menos confesables. Deseos de envergadura.
Nota 1. Es sabido que el pobre Friedrich, cuando ya tenía la cabeza como un sonajero y no daba pie con bola, seguía empeñado en trajinar de cintura para abajo y pedía a voz en grito, en sueños y en vigilia, vírgenes y más vírgenes.
Nota 2. Alguien ha dicho que el ser humano es lo que piensa. Pájaro bobo considera en cambio que todo ser, humano o no humano, es lo que ha vivido.
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