Artículos del día 15 de marzo de 2007

Miércoles negro

Ayer, miércoles y 14, fue un día negro para Pájaro bobo. De mala mañana se asomó a la ventana de su búnker de pladur, y una descarga recorrió su cuerpo y su alma. La descarga le dejó sin habla y estuvo a punto de dejarlo paralítico. Los superinos habían desaparecido. El jardín de infancia estaba vacío. En él, siempre asilvestrado (de la latina silva) y ahora desértico, había una máquina o, por mejor decir, un artefacto motorizado, acorazado, bélico, belicoso, beligerante. Su carcasa recordaba la de un tanque de guerra, con la diferencia de que a la altura del morro el artefacto tenía un brazo largo y en su extremo una cesta como de globo aerostático y dentro de la cesta un negrito enmascarado. Pájaro bobo temió lo peor y siguió buscando a los superinos con la mirada. El negrito enmascarado y encaramado en lo alto de la cesta se puso a pintar la pared este de la Casa misteriosa con una pistola, mientras él buscaba y buscaba a los superinos con la mirada. Infructuosamente. Habían desaparecido, para siempre. Entonces, movido por el deseo de calmar los quejíos y lamentos de su corazón, Pájaro bobo se dijo a sí mismo que el Menesteroso se los había llevado a un desván con legiones de ratones pequeños, musarañas encantadas y pajaritos del Nilo apenas revolanderos, tiernos y sabrosos.
El ordenador, sometido a revisión por eso que Miguel llama servidor y Pájaro bobo se imagina como un distribuidor o una centralita, estuvo veinticuatro horas parcialmente fuera de servicio. Léase parcialmente inservible. A raíz de la revisión, Pájaro bobo, más ducho en contenidos que en sistemas informáticos, perdió varios textos de interés, al menos para él. Eran textos de creación y, por lo tanto, únicos y, por lo tanto, irrecuperables. Dejaron de existir. Ahora se propone rehacerlos, pero, evidentemente, nunca más serán lo que fueron.
En cualquier caso, Pájaro bobo quiere explicar unidades sintagmáticas de su idiolecto y su thesaurus como «política de la puta i la Ramoneta» y vocablos varios que, en su opinión, poseen valor de hallazgos idiomáticos. Los textos perdidos eran tres o cuatro, equivalentes a unas cuantas horas de masturbación cacuménica. Las blasfemias, como se las sabía de memoria, las ha recuperado todas. Y, con ellas, un cuento titulado El niño blasfemo.
Por suerte estamos en la realidad virtual, dimensión en la que cada uno puede llegar a ser (werden/to become) todo lo que sea capaz de imaginar (sich einbilden/to think out).

El gran delito de nuestro Zapatero

Pájaro bobo opina que el gran delito de nuestro Zapatero, acaso el mayor y, de hecho, el que nunca ha reconocido/confesado ni, previsiblemente, reconocerá/confesará en el futuro es que ha elegido como interlocutores de sus negociaciaciones y sus pactos, primero, a los separatistas catalanes y, después, a los criminales y separatistas de ETA. Entonces, ¿cómo puede pretender que el Partido Popular acuda ahora a su lado en calidad de cómplice y comparsa para refrendar su maniobra política y darle el carácter de acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales que ni tiene ni tuvo nunca?
Si las cosas son efectivamente así, Pájaro bobo pregunta:
¿Cómo se llama ese delito en términos jurídicos? ¿Qué pena le corresponde en primera instancia?
Aunque él no es jurista, a la primera pregunta contesta: «Conjura para la destrucción de España como nación y el desmantelamiento del Estado de derecho».
Y a la segunda pregunta contesta: «destitución y procesamiento».

Botelloteca: definición, acepciones y usos

De momento, la palabra botelloteca pertenece exclusivamente al idiolecto de Pájaro bobo, que la ha definido como «espacio, lugar o mueble en el que se guardan botellas llenas de líquido, en su mayoría bebidas espirituosas y/o refrescos, para su venta, expendición, ingesta, deglución o consumo».
Su inventor ha registrado como acepción de botelloteca esos recintos reales e imprecisos en los que antes, durante o después de un botellón se expenden bebidas embotelladas o enlatadas para su consumo inmediato in situ, con mención especial de bares, cafeterías y afines que disponen de una pequeña biblioteca-hemeroteca para uso de sus clientes mientras beben o comen.
Tenemos, pues, las siguientes variantes: botelloteca, botellón-botelloteca y biblioteca-hemeroteca-botelloteca.
Pajaro bobo entiende que, para ser real y, por lo tanto, democrático, el idioma debe adecuar/acomodar el eje vertical —jerárquico y paradigmático— al eje o plano horizontal —operativo y sintagmático—, como, dentro de ciertos límites, ocurre en otras parcelas de la actividad social del ser humano.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cabe esperar que un día la palabra botelloteca figure en los diccionarios del español real?