A Rosa Díez y César Alonso de los Ríos
Pájaro bobo se tiene a todos los efectos por hijo natural y en consecuencia legítimo de un hijo natural de la generación del 98; con vena de Ángel Ganivet, español nórdico, y vibración de Miguel de Unamuno, vasco de Salmántica, Pájaro bobo pertenece a la familia de los heterodoxos españoles. Ellos quieren a España, pero España no los quiere. Siempre proscritos y marginados, a menudo son tenidos incluso por lumpen y escoria, cualquiera que sea el régimen político imperante/dominante en la piel de toro. Para la izquierda apóstata y claudicante, sojuzgada una vez más por las oligarquías burguesas y/o aburguesadas de la periferia, son fascistas; para la derecha más irreductible, aferrada ahora y siempre a un enfrentamiento irracional, destructivo, autodestructivo, antipatriótico y antinacional, son marxistas, pues esa derecha es incapaz de entender y percibir que hay un sentimiento de pertenencia, una lealtad que se sitúa más allá de todas las ideologías alienantes, de todos los interesados intereses de clase, y habla directamente al corazón del pueblo, únicamente a él. Frente al enfrentamiento de izquierdas y derechas, los heterodoxos claman: «España, siempre y sólo España». Pero, curiosamente, si ahora unos y otros les niegan un espacio digno en el seno de la sociedad, después, cuando estén muertos, les dedicarán un lugar de honor en la historia, la Historia de los heterodoxos españoles. Así fue en el pasado. Y, como en el pasado, los heterodoxos son ahora la conciencia crítica de una sociedad que, con la ayuda de los gobernantes, ha perdido su dignidad y, por eso mismo, está a punto de perder incluso su razón de ser como pueblo y como nación.
Rosa Díez es una española heterodoxa o, por decirlo con sus propias palabras, una «vasca diferente» y, claro está, una socialista diferente. Se ha propuesto vivir con la dignidad de una ciudadana libre en una sociedad libre, a pesar de las amenazas de los trabucaires de ETA, sus valedores y sus confidentes. El civil courage, el valor debería tener nombre de mujer, pues, al menos en este caso, es el que mejor le cuadra. Rosa, la heterodoxa española, la vasca diferente, sigue viva. No sé cuanto tiempo, lo que sí sé es que pasará a la historia como ejemplo de dignidad, de coraje civil. Que lo tengan en cuenta todos aquellos que poseen alma de esclavos o corazón de criminales.
César Alonso de los Ríos sigue colaborando, escondido y castigado, en un recóndito rincón del periódico de toda la vida en la vida de muchos españoles. Escribe cada vez menos y es fácil adivinar que está cada vez más triste, más decepcionado, más pesimista. Para un heterodoxo como Pájaro bobo no es ningún secreto qué puede sentir y qué siente un heterodoxo español con pulso y temple de guerrero en estas horas en las que triunfan la cobardía, la traición y el espíritu de derrota. Y si César escribe cada vez menos y su pluma permanece a veces inactiva es porque se lo han aconsejado/ordenado/impuesto con el argumento de que en estos momentos es mejor para todos, de que no es bueno que la pluma chorree tinta y esa tinta se mezcle y se confunda con la sangre que derraman los trabucaires de ETA. Pacto de silencio, silencio de corderos.
Mientras tanto, la banda del carallot (botarate) Carod sigue adelante con su aquelarre independentista/soberanista en la Fenicia de Poniente, a orillas del mar de la Sargantana. «Si los vascos abren brecha, nosotros nos colamos detrás» dicen que dijo, no hace mucho tiempo, Pujol ben Gurion. Y ahí está toda la caterva de burgueses, feligreses y payeses. No son muchos, pero llenan el escenario de su parlamento; es tanta la bronca, tanta la intriga, tanta la algarabía, que en verdad parece un pueblo e incluso una nación de verdad. Y el caso es que, como dice hoy La Vanguardia, órgano catalanoseparatista dirigido desde la retaguardia por representantes de las cien familias, «se empieza planteando un referéndum ilegal y la creación de un Estado y se acaba pidiendo el traspaso de los trenes de cercanías». Lo que comenzó como un aquelarre está a punto de terminar como una farsa. A muchos el espectáculo con su triste y esperpéntica escenificación les va a dejar una sensación, difícilmente superable, de vergüenza y ridículo: vergüenza por tanta perfidia y tanta falsedad; ridículo por tanta perfidia y tanta falsedad estériles y gratuitas.
Y, mientras tanto, los integrantes del lobby fenicio en la capital del Reino de España siguen trajinando activamente de cintura para arriba. Como de costumbre, el Golafre mayor de las Pitiusas encripta sus mensajes de politología para que no se entienda nada y de ese modo pasar con todos los honores por una eminencia de las ideas ocultas y la letra menuda. Firma Valentí Puig y cada vez que lo hace confirma su condición de intelectual de pluma alada y ala de alto vuelo; escribe en dos lenguas y, consecuentemente, come a dos carrillos. Su correligionario el Topo del Retiro cultiva con donaire y primor literario un género folclórico-costumbrista próximo a la zarzuela de los Madriles suburbiales, pero sólo a modo de engañifa o añagaza para marcar pecho y andorga de hombre jovial, pues luego, entre chanza y asechanza, segrega un veneno implacable, infalible, mortífero. Detalle interesante: como el Topo no está dispuesto a jugarse el tipo, antes de descargar veneno y metralla se cerciora de que la puerta que conduce a la salida de emergencia permanece abierta.
Pájaro bobo está convencido de que, si las cosas siguen así, el Golafre mayor de las Pitiusas no tardará en encargar sus tarjetas como director de un tabloide, el único que queda en la ciudad del Manzanares, mientras que el Topo del Retiro, con el nombre de Enric Juliana, pedirá su acreditación como corresponsal de La Vanguardia de Catalunya en la capital de este su país vecino.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿en qué idioma o idiomas estarán redactadas las tarjetas de visita del Golafre de las Pitiusas y la acreditación del Topo del Retiro?