Prensa alemana: memoria de un superviviente
Der Spiegel, semanario de consulta obligada para pulsar la temperatura de Alemania, habla de islamización del país de los teutones. La opinión pública está preocupada. Hasta el punto de que ha empezado a hablarse de Kulturkampf, no de choque de civilizaciones o crash of civilizations. La lucha por la cultura es un leitmotiv de la historia alemana. De hecho, Alemania, sin fronteras naturales o geográficas, es barrida constantemente por muchos vientos, sobre todo por los vientos del este, los más temidos, los más temibles. El islamismo es un viento del sudeste. Ahí están los países árabo-musulmanes que enlazan al norte con todas las Rusias. En el plano geopolítico Israel, otrora portaviones de Estados Unidos frente a los desiertos de arena, es hoy un islote en el oceáno del petróleo, mientras que Alemania es, y ha sido siempre, la primera frontera europea para los que, como ayer, venían del este y para los que, como hoy, vienen del sudeste. El futuro es de los pobres, por la sencilla razón de que, siendo el pasado y el presente de los ricos, no van a ganar ayer, hoy y mañana, en este mundo y en el otro, los mismos.
Günter Grass, acosado por una memoria recuperada por otros a modo de venganza, se debate con su pasado nacionalsocialista, un pasado en el que todo alemán respetado y respetable tenía a gala ser nacionalsocialista.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Por qué, siendo la falsedad la principal característica del ser humano como criatura alienada, nunca se menciona la falsedad en la historia de la humanidad?
¿Será acaso porque su falsedad le impide denunciar su propia falsedad?
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