Del oasis a la charca ponzoñosa
Las últimas actuaciones y declaraciones de los políticos catalanes, atrapados en la maraña del Estatuto, han puesto de manifiesto que, si Cataluña fue alguna vez un oasis, ahora es una charca ponzoñosa. Agotado el recurso del enemigo exterior, sus dirigentes han tenido que hacer frente a su realidad, una realidad ciertamente desoladora. «Todo ese esfuerzo –ha venido a decir el ex, nunca honorable, Maragall– no ha merecido la pena, pues el Estatuto no es prácticamennte nada». ¿Para eso tanta conjura, tanta intriga, tanta traición, tanta amenaza? No hace mucho, ese mismo Maragall, incapaz de contenerse por más tiempo, decía más o menos: «Cataluña tiene una Constitución [no un Estatuto]. Ahora sí que es una nación». En opinión de Pájaro bobo, lo peor de todo ello es que, como en el caso de Vascongadas, ahí no hay nada delictivo; ni siquiera como fraude político, ni siquiera como malversación de fondos públicos, ni siquiera como deslealtad a la Constitución española y al pueblo español, ni siquiera como comportamiento antisocial.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no se debería, al menos, ingresar a Pasqual Maragall en un centro para dementes y impedir así que mañana o pasado mañana nos monte otra trifulca estatutaria y después venga diciendo que no ha pasado nada?
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