Ley y democracia
Pájaro bobo considera que en el fondo todo es más fácil y, por lo tanto, también debería serlo en la realidad. Alguien acusa veladamente a alguien, y los dos se enzarzan en un enfrentamiento personal. Error. El primer alguien debería formular su denuncia de manera lícita y fundamentada. La vía de la insinuación no lo es. El segundo alguien, en lugar de contestarle a título personal: «No le consiento que se meta usted en mi vida privada», debería exigirle que formulara una acusación concreta y correcta en su contenido y en su forma. A partir de ahí, todo lo que el segundo alguien tiene que hacer es presentar una denuncia contra el primer alguien. Este primer alguien está fuera de la ley ya de entrada. El segundo alguien lo tiene muy fácil. Difamación, independientemente de la veracidad o no veracidad del contenido de la difamación.
Pájaro bobo entiende que los españoles deberíamos aprender a colocar la ley en el centro de nuestros litigios y remitirnos siempre a ella. Para eso, acaso deberíamos empezar por aprender a hablar a título personal, exponiendo opiniones, no haciendo afirmaciones categóricas. Los juicios categóricos deben estar reservados a la ley y sus representantes (cuando la representan). En la práctica, las afirmaciones categóricas generan antagonismos, mientras que las opiniones, no; además, las opiniones, por su misma naturaleza, no se pueden rebatir. Cuando se expresan opiniones se asiente o se disiente. Los españoles, faltos de una formación democrática, ni hablamos ni nos comportamos democráticamente. Pájaro bobo opina que una actitud democrática es una actitud intelectual que abarca todas las manifestaciones sociales del ser humano. No se puede ser políticamente demócrata si no se es intelectualmente demócrata. Parece ser que los españoles aún no lo hemos aprendido. El traje nos viene grande.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿sabemos los españoles que el espíritu democrático es una actitud intelectual ante la vida en sociedad?