Artículos del día 20 de mayo de 2007

España, ¿nación de naciones?

En opinión de Pájaro bobo no existe ni puede existir una nación de naciones. Él entiende que, en términos semánticos, la palabra que sirve para designar el todo –nación– no puede servir también para designar cada una de sus partes –naciones–, pues, al hacerlo, se incurre en un contrasentido o sinsentido. Formulado en términos matemáticos, se vería aún más claramente, pues tendríamos, por ejemplo: 1 = 1 + 1 +1 +1 + 1. Cataluña no es una nación, Vascongadas no es una nación, Galicia no es una nación. España es una nación histórica, cultural y lingüísticamente unitaria, pues todos sus habitantes (españoles) hablan una misma lengua, aunque hay minorías (menos del diez por ciento del total de la población) que hablan además una lengua regional. Cataluña es una región con dos comunidades sociolingüísticas: la comunidad de lengua española es mayoritaria y vive en condiciones de opresión; la comunidad catalana es minoritaria y dominante y opresora. Pájaro bobo entiende que lo que hay en Cataluña es un movimiento burgués, no nacionalismo. El movimiento burgués es horizontal, clasista y endogámico; el nacionalismo es un fenómeno social de desarrollo vertical (de abajo arriba y de arriba abajo), abierto e interclasista. Todos los políticos catalanes, casi sin excepción, proceden de la burguesía, las llamadas cien familias catalanas. Las clases bajas urbanas no participan en ese movimiento: ni quieren ni las quieren. Tanto en Cataluña como en Vascongadas si se quiere hablar de nación habrá que empezar por decir que sólo la mitad de la población está dispuesta a asumir esa conciencia. Y eso en las actuales condiciones de terror, opresión y marginación que sufre la otra mitad, la que se siente española y quiere seguir siéndolo.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué el Gobierno de España ha consentido que los separatistas vascos y catalanes impongan su ley, la ley del terror, en esas dos regiones de España y luego digan que son naciones?

Política de la puta i la Ramoneta y Realpolitik

Pájaro bobo desea aclarar que la expresión «política de la puta i la Ramoneta», como versión autóctona de la Realpolitik alemana, tomó forma hace ya bastante años en unas circunstancias que recuerda con cierta precisión y que, llegado el caso, podría concretar y presentar como prueba de paternidad y de autenticidad. En la década de los ochenta, cuando en varios municipios vascos se inició la llamada guerra de las banderas, a él se le ocurrieron estas declaraciones que puso en boca de un político catalán: «Aquí no habrá guerra de las banderas, seguiremos con nuestra política de la puta i la Ramoneta». Y, efectivamente, así fue. Todo lo que hizo Pájaro bobo fue tomar un dicho popular catalán y aplicarlo al ámbito de la vida pública, y ahí está, pues desde entonces lo ha venido utilizando por escrito, y escrito ha quedado.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿Resume «la política de la puta i la Ramoneta» el proyecto táctico-estratégico del separatismo catalán?

Israel, Israel

Todo o casi todo hace pensar que a Israel le esperan tiempos muy difíciles, de manera especial a medio y largo plazo. Crear un miniestado, a modo de oasis arrancado al desierto físico y a la desidia humana, es toda una proeza; mantenerlo indefinidamente en pie, una proeza acaso aún mayor. Y, a los ojos de Pájaro bobo, una proeza imposible. Si Israel no tiene fuerzas ni recursos para mantener una guerra permanente, menos aún las tiene para aguantar una paz indefinida. Agotada la aliya (el retorno de judíos a su patria), Isarael se quedará sin savia. Eso es lo más probable desde un punto de vista actual. Los judíos han enseñado a los árabes a organizarse, a luchar, a aprender del enemigo, a adaptar y adoptar otras formas de pensar y de vivir. Los árabes son, justamente en esa zona, más de mil millones. ¿Los judíos? Unos pocos millones, y cada vez menos.
En opinión de Pájaro bobo, Israel se encuentra en un círculo vicioso que, deliberada o no deliberadamente, alimenta, perpetúa y refuerza; un círculo vicioso del que, por eso mismo, no puede salir. Israel considera que, para subsistir, debe emplear la fuerza, pero esa fuerza refuerza el odio y ese odio fortalece a los árabes; los árabes son cada vez más fuertes; los judíos, cada vez más vulnerables. ¿Solución? En teoría, la solución podría consistir en romper la espiral de agresiones y desactivar el odio. Una vez desactivado el odio, podría pensarse en ampliar los programas de colaboración entre Israel y los países árabes. De hecho, ya existen algunos. ¿Utopía? Sí, pero, ¿hay alguna otra solución?
En cualquier caso,  Pájaro bobo recomienda  el texto  de Carlos Nadal en  La Vanguardia de hoy, domingo, 20 de mayo:  «Israel-Palestina, pozo amargo».
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿ha de oscilar eternamente la historia de Israel entre el mito del pueblo elegido y el mito del pueblo maldito?