¿Fin de una dictadura en suelo español?
A Manuel Jiménez de Parga
Hace algo así como veinticinco años, Pájaro bobo acertó a ver en toda su extensión y profundidad la conjura urdida por los separatistas catalanes para hacerse con el poder o, lo que es igual, para copar todas las instituciones de esta Autonomía y excluir de ella, de entrada y para siempre, a los representantes de la comunidad de lengua y sentimientos españoles y, al mismo tiempo, impedir por todos los medios disponibles que ésta tuviera entidad y presencia propias. Los líderes de todos los partidos de Cataluña, con sus respectivos equipos, tenían que ser catalanes y catalanistas. A partir de ahí, los dirigentes de los partidos de izquierda, en el especial los del Partido Socialista, se cuidarían de eliminar todo lo que oliera a español, de modo que en Cataluña la política la hicieran sólo los catalanes, sólo para los catalanes y sólo en catalán. Cerrar el paso a la charnegada era una condición imprescindible para ello. De eso se encargaron directamente personajes como Narcís Serra, Raimon Obiols, Raventós, Ernest Lluc y Maragall. Mientras tanto, la derecha de Pujol ben Gurión se centraría en la tarea de llevar adelante el proyecto independentista. Y así fue. En Cataluña se instauró una dictadura monocatalanista a través de una conjura. Ya entonces, Pájaro bobo se atrevió a escribir lo que había visto como en sueños, y alguien le comunicó que, si lo publicaba, tendría que abandonar el país (Cataluña). Pájaro bobo lo publicó y no abandonó el país, pero fue condenado a muerte civil. Y así ha vivido desde entonces: veinticinco años; siempre en Cataluña.
Es muy probable que en las elecciones municipales del domingo, 27, los representantes del partido de los Ciudadanos, en estos momentos el único partido democrático existente en Cataluña, accedan a los ayuntamientos y, al menos simbólicamente, pongan fin a la dictadura catalanista. Después habrá que desmontarla. Y después habrá que establecer la democracia. Una democracia en la que ningún español se sienta extranjero en ninguna parte de España, una democracia en la que ningún español sea condenado a muerte civil por denunciar una conjura contra su patria, una democracia que restablezca la soberanía nacional en todo el territorio español.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Entenderán por fin los españoles que la dictadura catalanoseparatista constituye de hecho un secuestro de las instituciones democráticas y, a través de él, de la democracia misma?
¿Entenderán por fin los españoles que la conjura catalonaseparatista se propone acabar con la democracia española y con España como nación?
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