Francia y España frente a frente
No es aventurado decir que estas elecciones francesas son seguidas por los españoles con más interés que otras. El probable resultado, con una victoria de Nicolas Sarkozy, tiene un elevado valor informativo para España en cuanto posible modelo en su futuro inmediato. En opinión de Pájaro bobo, la incógnita no está tanto en qué va a hacer el socialismo francés tras la presumible derrota de su representante, Ségolène Royal, como en cuál será la posición que adopte el partido de François Bayrou, por su condición de tercera fuerza en discordia, a partir del día después. En líneas generales, ese mismo modelo podría darse no sólo en el conjunto de España sino también en Cataluña, con dos grandes partidos tradicionales y un tercero, no tan importante en términos numéricos pero en la práctica decisivo en cuanto a la distribución de fuerzas y la consiguiente conquista del poder.
A medio plazo es muy posible que el partido de los Ciudadanos consiga afianzarse y hacerse con una parcela propia, hasta erigirse en árbitro de la situación como gran defensor de los derechos de los españoles en temas sociales, empezando por la lengua, y territoriales. Podemos pensar asimismo que, desde ese momento, a la nueva y joven formación política se le ofrecerán dos posibilidades: seguir adelante por su propia cuenta y riesgo, buscando la llamada tercera vía, o abanderar una refundación del socialismo español, empezando por la regeneración del socialismo catalán, tras la eliminación de sus enemigos internos más conspicuos y desleales.
En ambos casos parece que los jóvenes Ciudadanos están dispuestos a desarrollar una línea basada en una democracia no meramente representativa sino activamente participativa que iría de la Ilustración a la sociedad del conocimiento gracias a las posibilidades de comunicación que ofrece la red.
El hecho es que, por lo que se refiere a Cataluña, estamos ante un movimiento netamente social que nace, se organiza y se desarrolla desde abajo y, simultáneamente, sabe hacer frente al cerco organizado por los grandes partidos regionales, infinitamente menos democráticos, representativos y, por lo tanto, también menos cívicos. Si en su primera comparecencia electoral ese cerco no fue un handicap sino un acicate, es de esperar que en las próximas elecciones municipales lo sea aún en mayor medida y con mayor motivo. En cualquier caso, ellos han demostrado que puede romperse el cerco, con ribetes de dictadura, y acceder a una sociedad abierta, en la que todos los ciudadanos disfruten de los mismos derechos y desaparezcan tanto los privilegios que la ideología dominante otorga a sus adeptos como las penalizaciones, estigma social incluido, que impone a los elementos insumisos, a los que no duda en llamar indeseables, antisociales y anticatalanes.
Los franceses han elogiado abiertamente logros y aciertos de Zapatero como la salida de Irak, el auge económico y la desactivación, al menos parcial y temporal, del separatismo catalán con la eliminación de Maragall y la ruptura tanto de su cerco dictatorial sobre la población hispanohablante del Principado como su tenaza sobre el Gobierno de la nación.
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