La abstención como instrumento y coartada de una pseudodemocracia
A Francesc de Carreras
En una sociedad formada por dos comunidades politicolingüísticas, una mayoritaria y otra minoritaria en una proporción, pongamos por caso, del 52 por ciento al 48 por ciento del censo electoral, hay una fórmula largamente acreditada y poco menos que infalible para conseguir que la comunidad minoritaria gane democráticamente todas las elecciones habidas y muchas por haber. La fórmula tiene su referente histórico más clamoroso en la política colonial de los europeos en África y, mejor aún en este caso concreto, en la estrategia puesta en práctica por los judíos en lo que ahora es Israel. La fórmula consiste en llevar la abstención de la comunidad mayoritaria a los límites necesarios y deseables, de modo que, de una parte, la comunidad minoritaria resulte siempre vencedora y, de otra, se mantega la apariencia superficial de un sistema auténticamente democrático. Condición imprescindible para que sea así y la fórmula funcione adecuadamente es que en ningún momento y bajo ningún pretexto se hable y se deje hablar de la existencia de dos comunidades diferenciadas, pues ello pondría al descubierto la jugada de la comunidad minoritaria y opresora y, automáticamente, provocaría el rearme intelectual y social de la comunidad oprimida, lo que, a su vez, traería consigo el descrédito de la fórmula y el fracaso del invento. Summa summarum, eso es justamente lo que se ha venido haciendo en Cataluña desde la llamada Transición democrática. Y ahí estamos. ¿Lo sabe o no lo sabe el profesor De Carreras?
De acuerdo con esas premisas, las interpretaciones de la abstención en las últimas elecciones municipales que nos ofrecen ahora los servidores de la comunidad dominante y la ideología dominante en el Principado abundan en argumentos que avalan la acción de los partidos integrados en el establishment políticoeconómico al que sirven y del que se sirven. Que sepamos, hasta el momento presente no se ha alzado ni una sola voz pidiendo que se deje hablar libremente, sí, libremente, a los abstencionistas. A decir verdad, tampoco hace falta; todos sabemos lo que nadie dice. Tranquilos, esto es un atraco.
Tres preguntas ingenuas e intempestivas
¿No es la diversidad de opiniones libremente expresadas una de las características identificadoras con carácter necesario de todo orden democrático?
¿Será verdad, como se malicia Pájaro bobo, que los agentes del establishment catalán ya han tomado medidas para reconducir el fenómeno Ciudadanos y llevar de nuevo el agua a su molino como hicieron en su momento con el movimiento de Vidal-Quadras?
¿Cuánto tiempo puede durar, en la Europa del siglo XXI, una situación de opresión de más de la mitad de una sociedad cuyos representantes oficiales (ni representativos ni, por lo tanto, legítimos) alardean de estar al servicio de un régimen político democrático?