¿Sueño de una siesta de verano?
Todo Estado moderno que se precie tiene un equipo de estrategas que es algo así como su cerebro. Sumido en las sombras protectoras de la clandestinidad, ese cerebro procura programar algunas de sus intervenciones de modo que coincidan con momentos de distensión y/o relajación generalizada. El verano, hora de la siesta nacional, es uno de ellos. Por eso y por ciertos indicios que viene percibiendo en el ambiente desde hace meses, Pájaro bobo se inclina a pensar que los estrategas veladores/valedores de nuestra democracia, apenas formal y formalista, tienen ya a punto su próxima intervención de envergadura. Si uno lee atentamente los periódicos de letra impresa sobre papel y acierta a captar los mensajes emitidos/encriptados entre línea y línea puede llegar fácilmente a la conclusión de que hay una operación en marcha. El falso taumaturgo debe abandonar la escena antes de que termine de hundir al Partido Socialista, a la democracia y a España entera y vera. A pesar de la perfidia y la contumacia (en grado de ignorancia invencible) que cartacterizan al subsodicho, los estrategas del sistema, ésos a los que no conocemos y cuya presencia, no obstante, percibimos y agradecemos en los momentos críticos, están seguros de que podrán convencerle/reducirle con un argumento potísimo: o te vas voluntariamente, con todos o casi todos los honores y las prebendas que te corresponden por razón del cargo, o tendrás que irte a la fuerza, previa destitución y consiguiente procesamiento. No tienes elección; todo está decidido.
«De acuerdo, pero ¿quién será mi sucesor?» «Ya te lo diremos a su debido tiempo y con tiempo. De momento, vete de vacaciones y léete estos pliegos. Ahí están las instrucciones con todo lo que debes hacer y decir de ahora en adelante y con todo lo que no debes hacer y decir hasta tu despedida oficial. Esperamos que sea suficiente, de modo que no se te tenga que leer la cartilla y no se te tenga que pasar la película de lo que has hecho, de lo que no has hecho, de lo que querías hacer y de lo que pensabas hacer. Procura conservar la sangre fría y sigue sonriendo como hasta ahora».
El hombre queda aturdido; luego siente que la sangre se le hiela por momentos. Así que se recupera del soponcio, lo primero que se le ocurre es llamar por el móvil a su lugarteniente y tramar un contragolpe, pero alguien con mando en plaza le advierte al instante: «Nada de jugarretas republicanas. Recuerda que eres un delincuente en situación de prisión preventiva». El delincuente baja la cabeza pero en seguida la levanta y vuelve a sonreír. Es la hora de la siesta. Verano de 2007.
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