Artículos del día 4 de julio de 2007

Política de Estado

Con un escapista como Zapatero, la oposición debería tenerlo muy fácil. Dada la afición de nuestro jefe de Gobierno al juego subterráneo, Rajoy debería aferrarse con todas sus fuerzas, como Ulises, al mástil de la Constitución. La ley y sólo la ley. La ley como norma y referente. El líder popular no tiene por qué entrar ni en el juego de las trapisondas ni en el intercambio de acusaciones ad hominem. Lo único que necesita es visión de Estado, talla de Estadista. Pero, lamentablemente, Rajoy, Acebes y Zaplana son políticos de partido, no estadistas. En opinión de Pájaro bobo, ese es el agujero negro del PP, el agujero que Rato debe llenar, la carencia que la política española debe suplir para alcanzar la dimensión que el momento exige urgentemente.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Cuál será el papel de Rato y quiénes serán los hombres y las mujeres de su equipo?
¿Sabrá inculcar Rato a sus colaboradores y colaboradoras esa visión de Estado?

El pastel y sus repartidores

En La Vanguardia de hoy, concretamente en su contraportada, hay una entrevista a William Ury, experto en negociaciones. Ury dice, por ejemplo, que antes de proceder al reparto del pastel hay que dejar que éste se haga grande. Y también que la negociación es el camino para la supervivencia. Y también que al final siempre o casi siempre llega la negociación. Y que la negociación está hecha de concesiones. En la mayoría de casos, el conflicto como tal no se resuelve, pero se desactiva, se congela, termina extinguiéndose. Ahora en Oriente Medio se trata de cambiar el terrorismo por turismo. El terrorismo es muerte, miseria y ruina; el turismo es intercambio, cultura y riqueza. Ése —dice Ury— es el camino, el camino de Abraham, el patriarca de las tres religiones monoteístas. Santa doctrina. Pero Pájaro bobo conoce un refrán que dice: si uno quiere dos se pelean.

Zapatero-Rajoy: un combate sin historia

A decir verdad, a Pájaro bobo no le sorprendió el debate Zapatero-Rajoy. Tampoco lo siguió de cerca, sólo a ratos, incapaz de liberarse de un persistente dejà vu. El debate fue como un combate de boxeo entre dos púgiles que buscan el cuerpo a cuerpo sin ser fajadores ni tener cualidades para ello. A los dos les falta el punch demoledor de un Joe Louis, la intuición pugilística de un Whitetaker y el «instinto asesino» de aquel Rocky Marciano que encandilaba a los cronistas americanos en la época dorada del pugilismo, las mafias y el gangterismo. Lejos, muy lejos de los años veinte y los años cincuenta del siglo veinte, Rajoy busca el cuerpo a cuerpo porque no sabe hacer otra cosa, pero no tiene instinto asesino; nunca lo ha tenido y es de esperar que nunca lo tenga. Zapatero es el púgil con planta y estampa, sonrisa incluida, de estilista. De entrada se gana a la mitad del auditorio. Empieza con un baile, sigue con un amago/escamoteo en forma de promesa y, gracias a su juego de piernas, termina el asalto con otra sonrisa. Ni siquiera se ha despeinado. Pero el condenado miente como una rata. Acumula deuda sobre deuda. Deudas de palabra, deudas de obra, por escrito y con testigos. Y sigue mintiendo. Y sigue negando que ha dicho lo que ha dicho. Una vez, dos veces, veinte veces. A los ojos de Pájaro bobo, lo del tal Zapatero es un caso patológico.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿miente Zapatero cuando dice que no miente o no es consciente de que mintió y miente?

Objetivo visto, objetivo destruido (II): ¿por la división a la destrucción?

20070703195245-muropapel.jpg

El búnker de pladur. Ingo Weber, jefe de medios de comunicación
y relaciones exteriores, delante del muro de papel y letra impresa

Pájaro bobo considera que el establishment catalán, constituido en un frente nacional de carácter totalitario y excluyente, ha conseguido conjurar el peligro y ahogar en su ciénaga el último movimiento disidente o, lo que en este caso es igual, el único movimiento democrático existente a día de hoy en Cataluña. Espías, topos, raposos, confidentes y agentes dobles han agitado las aguas y han movido los hilos hasta crear corrientes de opinión/desunión y truncar los sueños de un pequeño grupo de ilusos convencidos de que aún era posible instaurar un régimen democrático en Cataluña. El ciudadano del Partido de los Ciudadanos ya no está desnudo, está embadurnado con barro fenicio. Él se ha mantenido fiel a sus fieles y sus fieles se han mantenido fieles a él. A eso hay que llamarlo lealtad, coherencia o dignidad. Pero, juntos y solos, él y ellos han tenido que hacer frente a una sublevación protagonizada por su ala izquierdista. Socialistas y amigos de socialistas que nunca fueron socialistas. Los sublevados han fracasado por partida doble en su empeño: han perdido y han hecho mucho daño. Es muy posible que, en el fondo, eso fuera lo que buscaban. En ese caso, como en el de Piqué, podría decirse que su fracaso es su triste y miserable victoria. En opinión de Pájaro bobo el gran error (¿intencionado, no intencionado?) del jefe de los sublevados, y de los que lo eligieron para su joint venture, está en no entender que, a pesar e incluso por encima de su nombre, el Partido de los Ciudadanos es un movimiento cívico de origen y desarrollo transversal. Para bien y para mal lleva el sello del vidal-quadrismo. Ahí hay a la vez un campo inmenso para una futura expansión y un valiosísimo recurso para hacer frente a los ataques y las asechanzas de los sedicentes nacionalistas catalanes. Habrá que esperar a ver qué queda después de la refriega. Algunos ya han tomado partido y posición. Pájaro bobo sigue pensando que es muy difícil que de la cabeza de Francesc de Carreras salgan cuatro frases gramatical y conceptualmente coherentes, y mucho más difícil aún una declaración de principios unívoca y leal. El catedrático ni está donde debe ni escribe lo que debe ni dice lo que debe. Mientras tanto, aunque ni desea ni espera un Untergang, Pájaro bobo, impulsado por su espíritu de supervivencia, seguirá atrincherado en su búnker de pladur, entre muros de papel y letra impresa, a cuatro tiros de piedra de la Barceloneta y vora al mar de la Sargantana, tierra y piélago de fenicios.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuánto tiempo tendrá que esperar para ver cómo un ave alza nuevamente el vuelo con un ramo de olivo en el pico y se mantiene suspendida sobre las aguas de la ciénaga?