La guerra de civilizaciones como principio y fin del futuro
El diario La Razón reproduce hoy, en su página 29, la entrevista que A. Rubio hizo a Douglas Murray, politólogo. He aquí las palabras del entrevistador y el entrevistado.
Usted dice que el neoconservadurismo es necesario. ¿Debe Europa girar hacia él?
Sin duda. La etiqueta «neocon» está tan vilipendiada que casi nadie quiere utilizarla. Pero, en términos históricos, el futuro es suyo. porque describe un mundo real que mucha gente comprende.
¿Cree que Sarkozy es un «neocon»?
No. Está más cerca de Chirac, de la misma forma que la señora Merkel está más cerca de su predecesor.
¿Echa usted de menos a Blair?
Sin ninguna duda.
Por cierto, ¿diría que la guerra en Irak marcha peor de lo previsto?
Es cierto. Pero no podemos abandonar. Si fallamos, los terroristas nos seguirán hasta nuestras casas y daremos una señal que los iraquíes no nos podrán perdonar. La situación es mala, pero puede ser peor.
No le gustó la retirada española…
Zapatero dio el mayor impulso que cualquier democracia ha dado a los terroristas. Y el mensaje que envió fue que, si matas a suficientes personas, conseguirás lo que quieres.
Le pueden rebatir: tres ataques en Gran Bretaña, uno en España.
El número de ataques no es determinante para calibrar algo así. La diferencia está en que España dio a Al Qeida una prueba de lo que puede conseguir también en otros países.Y le haré una predicción: los terroristas no van a parar en España ni en ningún otro sitio. Esto seguirá.
Pinta un futuro poco alentador.
Le diré más: habrá más bombas en España, tanto si gobierna Zapatero o cualquier sucesor de cualquier partido. Los terroristas no pararán incluso si «liberan» las llamadas «tierras del islam». Su guerra es contra Occidente. Y como toda guerra sólo se solucionará con la derrota de una de las partes.
Hasta aquí, la entrevista, una entrevista de contenido aterrador. Habrá que esperar un milagro o, mejor aún, una cadena de milagros, pues el entrevistado, con toda su politología, se ha olvidado de decir que en una guerra de esas proporciones no habría ni vencedores ni vencidos, sólo aniquilados.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿podemos y debemos pensar que el fin de la humanidad está inexorablemente a la vuelta de la esquina y que nosotros somos los agentes inconscientes y fatales de su destrucción?