El combate Zapatero-Rajoy en blanco y negro
Desde el ringside
A los ojos de Pájaro bobo, gran aficionado al boxeo, Rajoy es un púgil voluntarioso, honrado (ni honesto ni deshonesto) pero torpe o, al menos, con poca intuición y poca garra. Lucha con tesón, con entrega y con lealtad de gong a gong. Desprovisto de un punch demoledor, sólo puede pensar en derribar a su contricante, nunca enemigo, por acumulación de golpes; acaso, en ganarle a los puntos por cansancio. A Rajoy, púgil sin nervio, le falta y, afortundamente, le faltará siempre aquel instinto asesino de que hablaban con admiración los grandes cronistas neoyorquinos en la época dorada del pugilismo americano, el período comprendido entre los años veinte y los años cincuenta del siglo pasado, cuando Norteamérica era la Meca del boxeo y el boxeo significaba gloria, fama y dinero —Hollywood—, cuando los gimnasios se llenaban de jóvenes procedentes de los slums urbanos y de los barcos negreros de la inmigración: puertorriqueños, italianos, irlandeses, polacos y judíos. Rajoy no es púgil taquillero; le faltan recursos y, en opinión de Pájaro bobo, le sobra mesura, la mesura que nace de los escrúpulos de conciencia. De sus dos segundos, Acebes es el malo, hasta el punto de que se le atribuye talante de inquisidor; Zaplana es el relaciones públicas con posturitas de salón y famoseo. Haría pareja con Esperanza Aguirre. ¿Con De la Vega? No, con ésa no. Los dos son hombres de brega, en el cuadrilátero, en el Parlamento/ringside y sobre todo en esos pasillos y esos corrillos en los que se apañan los resultados y se reparten las bolsas o, lo que es igual, donde se ganan y se pierden los combates. Desde las victorias por kao técnico hasta las descalificaciones por golpe en el bajo vientre y/o en la entrepierna. Pero, a diferencia de los musculados volatineros del Wrestling anglomexicano, estos luchadores se juegan la vida a cada tañido de la campana. Un golpe en la cabeza puede convertirse en una trepanación del cerebro.
Enric Juliana hablaba el domingo pasado en La Vanguardia de la «resurrección de Zapatero». Sin duda, una metáfora feliz y certera para definir/escenificar la recuperación de este prestidigitador/funámbulo de las doce cuerdas cuando yacía sobre la lona a merced de los puños de su contrincante. El gran acierto/hallazgo de sus preparadores y estrategas fue, a todas luces, la añagaza-señuelo (léase vale o cupón) de los dos mil quinientos euros para hijo habido o por haber. ¿Parto o aborto? En cualquier caso, golpe de mano efectista y eficaz. Zapatero les hizo caso y ganó holgadamente el asalto. El asalto y tal vez el combate. Pero hay que añadir que si les hizo caso fue porque esa manera de actuar —promesas, promesas— responde a su talante más profundo y desleal. Para las familias con hijos, el argumento del dinero en la cuenta bancaria eclipsa todas las actas. Ahí no hay acta que valga. Pero eso es demagogia y la demagogia es fraude y, a la larga, el fraude se paga. Zapatero va acumulando errores en su haber, pues esas victorias momentáneas y aparentes deben contabilizarse entre los errores de este púgil que pretende ganar todos los asaltos, incluso todos los combates, con golpes de gracia, en su mayoría de dudosa legitimidad/legalidad, aplicados en el último minuto, instantes antes de que suene el gong. Pájaro bobo, que se confiesa tan aficionado al boxeo como conocedor de la naturaleza humana, está convencido de que la gran ventaja/desventaja de Zapatero radica en que carece de conciencia ética. ¿Prueba? El subsodicho puede mentir y sonreír al mismo tiempo sin el mínimo rubor, sin el mínimo estremecimiento de su alma, de sus ojos, de su cuerpo. El hecho es tanto más grave cuanto que quien así se comporta dice profesar una ideología que aboga por una sociedad justa o, para ser precisos, por una sociedad cada vez menos injusta.
En cualquier caso, para conocer el resultado definitivo del combate habrá que esperar a que se emita el veredicto, y aquí el veredicto lo emite la sociedad en las urnas.
Mientras tanto, una pregunta ingenua e intempestiva: ¿es posible que Zapatero pase a la historia del deporte de las doce cuerdas como el púgil-funámbulo de sonrisa de hielo y guante blanco?