Artículos del día 9 de julio de 2007

El PER: entre la indignidad y el chantaje

A juzgar por lo que uno lee y oye, pero sobre todo por lo que ni lee ni oye, los socialistas de Extremadura y Andalucía están cogidos en la trampa del PER, que en muchos casos es algo así como el momio o la bicoca de la sopa boba. Con el PER se compra la paz social y con la paz social se compran los votos. La justicia distributiva es el arma de nuestros pseudosocialistas para deshacerse de sus problemas y endosárselos a los que vienen detrás. Con el PER o a causa del PER, como eterna espada de Damocles, los separatistas catalanes chantajean no sólo a los administradores de las dehesas y los latifundios, los compañeros y subalternos Ibarra y Chaves, sino también a su superior, nuestro indigno jefe de Gobierno. Ya veremos qué hacen cuando lleguen los moros y los cojan durmiendo la siesta. Porque cada día llegan jornaleros de allende el estrecho, incluso de allende la morería, y el PER ni desaparece ni mengua. A los separatistas catalanes, la existencia del PER les es muy útil, pues les sirve para tapar la boca a todo el que intenta criticar, denunciar o simplemente dar a conocer sus abusos y extralimitaciones. La independencia de Cataluña tiene un precio: en dinero, en territorios y en dignidad.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Cómo es posible que, mientras todos los extranjeros que llegan a España procedentes de países del Este o del Sur encuentran trabajo, haya más de un millón y medio de españoles que no trabajan porque, según ellos, no encuentran trabajo?
¿Por qué no prueban a echarse al mar y ganar la costa a nado o en cayuco, disfrazados de senegaleses?

Zapatero: más Popper y menos cinismo

Zapatero miente,
todos sabemos que miente,
él sabe que todos sabemos que miente
y, aun así, Zapatero miente.

Como nos enseñó o recordó Karl Popper, en la práctica casi siempre resulta más fácil demostrar que algo no es lo que se pretende que lo contrario: demostrar que algo es lo que se pretende.
Rodríguez Zapatero, nuestro indigno jefe de Gobierno, miente a troche moche. Luego lo niega. Pero va dejando la estela, la huella, el rastro. Él se empeña en negar la mentira, la huella, la estela, el rastro, incluso la existencia de pruebas y su validez. Apela a la dignidad de su cargo, frente a la indignidad de los que presentan las pruebas. Miserable, miserable.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿hay algún antídoto contra la contumacia, contra la falsedad invencible, contra el cinismo irreductible?