Josep Piqué: ¿verdugo y enterrador?
En cierto modo, Josep Piqué debería sentirse satisfecho de su labor, pues en buena medida ha conseguido desmantelar el Partido Popular de Cataluña y dejarlo listo para el arrastre con las mulillas de Pedrucho. La verdad es que, de acuerdo con el encargo recibido, su tarea y en definitiva su objetivo consistían en desnaturalizarlo despojándolo de sus señas de identidad y eliminando de él todo mal bicho español, de manera que, una vez limpio de charnegos y debidamente catalanizado, pasara a manos de las Nebreras y los Vendrells y, acto seguido, éstas y éstos pudieran exigir su traspaso (en catalán, traspàs significa, además de traspaso, tránsito y defunción) a Convergencia por vía púnica, no traumática y, claro está, democrática. Esa era realmente la misión que había recibido este expeditivo y poco escrupuloso ejecutivo metido a político, al que, si a Pájaro bobo no le engaña su atávico instinto, esperaban —¿y siguen esperando?— altas misiones aquende y allende los Pirineos.
Perspectivas y promesas de altos vuelos aparte, la argumentación elaborada y aducida por sus circunstanciales superiores en poder, autoridad y gobierno rezaba y, según este observador anónimo, sigue rezando: si Maragall, a pesar de sus crónicas melopeas/modorras africanas, lo ha conseguido en el flanco izquierdo con una charnegada cazurra y dura de mollera, ¿acaso no vas a conseguirlo tú en el flanco derecho con funcionarios y señoritos pequeñoburgueses innegablemente mucho más civilizados y, por lo tanto, también mucho más asequibles a la llamada y los encantos del bendito parné? Tenemos que terminar la construcción de nuestra nación y tú eres una pieza clave en nuestro proyecto nacional.
El ejecutivo, político y diplomático no sólo aceptó el reto, el reto y el encargo, sino que incluso se puso inmediatamente manos a la obra y, a decir verdad, no sucumbió en el empeño, pues, además de seguir vivo, es muy posible que a estas alturas el Partido Popular de Cataluña sea algo parecido a un montón de escombros y/o de chatarra. Si es así, está claro que el mérito/demérito de tamaña proeza/vileza corresponde en exclusiva a Josep Piqué, que, en este caso, ha sido su verdugo y su enterrador. Todo ello en menos de tres años o, si se prefiere, en dos años i la torna.
En un plano más inmediato, la intervención de Piqué se inscribía y se inscribe aún hoy en la creación de un frente nacional unificado de partidos políticos catalanes declaradamente catalanistas e independentistas, a fin de que, en un futuro muy próximo, aquí la política la hagan sólo los catalanes para los catalanes.
Por desgracia o por suerte, en tales circunstancias siempre cabe la posibilidad de que alguien con mando en plaza y residencia en los Madriles se salte el protocolo y diga: «Id a buscar inmeditamente a Vidal-Quadras». Y, entonces, ya tenemos la guerra.
Mientras tanto y en espera de noticias del futuro, he aquí dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Qué misiones se le tienen reservadas a Josep Piqué en Barcelona, en Madrid, en Bruselas y en Ginebra?
¿Es cierto, como ha soñado o cree haber soñado Pájaro bobo, que Josep Piqué es el hombre designado/ungido por ciertas élites para presidir, en el debido momento, la Generalidad y/o representar a Cataluña en la Comunidad Europea y Naciones Unidas?
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