Artículos del día 19 de agosto de 2007

De la gauche divine al Partido de los Ciudadanos pasando por Bocaccio (I)

Quatre Gats

En España, queremos decir en Madrid y Barcelona, el intelectual auténtico, el intelectual que quería ser conocido y reconocido como tal, no como fuerza de trabajo esclavizada y puesta al servicio del sistema de producción/explotación capitalista, tuvo siempre el bar-café de velador parisino, picassiano y cubista como fonda y caverna platónica; el bar-café le proporcionaba los recursos imprescindibles o mínimamente necesarios para vivir y sobrevivir en medio de una sociedad irremediable e impúdicamente sumisa e inculta: tertulia y partida de mus de las tres de la tarde a las tres de la mañana, hora de barrenderos y puticlistas de acera, pero sobre todo un escenario y un escaparate para sus actuaciones, amén de copistas, admiradores pasmaos y víctimas agradecidas de sus sablazos. El zaratustra de las Ramblas y el Barrio chino, lo mismo que el del Rastro y sus aledaños, era indefectiblemente de izquierdas. Gracias a su prosodia de rapsoda, siempre tieso y jalamío, declamaba, recitaba y pontificaba desde la distancia y la altura que sólo la autoridad intelectual y moral confiere. Enemigo irreductible del trabajo productivo y la disciplina esclavizante, amén de miembro vitalicio de la gloriosa Hermandad del Tuberculoso pobre, el hombre superhombre español vivía y moría aferrado a la ilusión de cambiar la sociedad mediante la palabra, no con la acción y el esfuerzo.
Cuando, coincidiendo con las primeras y más tenues luces de la Transición, entraron en decadencia los centenarios y otrora ilustres cafés situados Rambla abajo —estamos en la Barcelona de los primeros años setenta del muy historiado siglo XX—, unos cuantos intelectuales de pipa, yerba y cartapacio, arracimados en torno a un gurú tan dado al leisure creativo y tan poco severo como Carlos Barral, siempre con el mismo ejemplar de le Monde diplomatique desplegado y visible, decidieron buscar nuevo y mejor acomodo en algún local, fuera pub, puticlub o discothèque, de la parte alta de la ciudad para seguir escenificando allí sus tertulias al amor de la priba, el chute y el trago, el trago y el chute. Así fue como el prestigioso y lamentablemente interfecto poeta, escritor y editor de espiritualizado esqueleto y creativo cacumen fue a parar a Bocaccio. Había muerto la izquierda cutre o cutricélida y había nacido la gauche divine, a la que, desde entonces y sólo de Perpiñán y Andorra para abajo, Pájaro bobo prefiere llamar izquierda exquisita o izquierda de armiño.

De la gauche divine al Partido de los Ciudadanos pasando por Bocaccio (II)

El hombre desnudo y el mimo enmascarado

Nombres aparte, esa misma izquierda reapareció años más tarde, cuando Pujol ben Gurión, secundado por la burguesía de Barcelona y sus conrades —desde monjes y feligreses montserratinos hasta vallesanos urdidores de la lana y el algodón, pasando por filisteos orgánicos en la línea de un Bartasal Porcel—, decidió implantar su «dictadura dels botigers» en la muy europeizada y europeizante Cataluña. Pronto, miembros destacados de la vieja/nueva izquierda, todos ellos librepensadores agnósticos y en su mayoría hispanopensantes e hispanoescribientes, se sintieron preteridos y pusieron el grito en las nubes. Reunidos en tertulias, asambleas y aquelarres a finis, decidieron, primero, crear un partido político y, después, apoyar a alguno ya existente, siempre que fuera realmente antisistema, antiburgués y antibotiger, pero sobre todo siempre que defendiera sus derechos y, muy concretamente, la libertad intelectual. Como el destino había previsto que en Cataluña ya existiera un partido, aún en fase embrionaria, susceptible de responder a esas premisas, los intelectuales contrarios al establishment conocido en estas tierras como el rovell de l'ou, optaron finalmente por la táctica del cangrejo ermitaño: se instalaron olímpicamente en él y lo presentaron en público con todos los honores que merecía el acontecimiento. Para ello eligieron, como token y símbolo, la figura de un muchacho en estado de naturaleza con proporciones físicas más proximas al paradigma de Durero o Leonardo que al de Miguel Ángel. Estamos hablando del joven y muy democrático Partido de los Ciudadanos y su lanzamiento de acuerdo con lo que Pájaro bobo ha bautizado con el seudónimo, ni infame ni infamante, de Happening Boadella.