Ciudadanos: errores tácticos, desaires y traiciones
Francesc de Carreras, en su condición de agente del Sanedrín catalán, se cansa de esperar/acechar en la cámara oscura y va y propone un referéndum à la québécoise para Cataluña
Enterado por los papeles de usar y tirar de que Rosa Díez ha rechazado la propuesta de convivencia o cohabitación política, dicho sea sin intención pecaminosa, que le ha dirigido respetuosamente el joven y apuesto ciudadano Albert Rivera, Pájaro bobo intenta consolarse con la idea de que, a veces, un error táctico se convierte con el tiempo en un acierto estratégico. Lo sabe, y puede demostrarlo, porque fue un apasionado jugador de ajedrez durante muchos años. Dos ideas del juego-ciencia para el juego de la vida. «A la postre, el buen jugador siempre tiene suerte» (Raúl Capablanca). «Para jugar al ajedrez no hace falta estar loco, pero ayuda» (Ulvestad, maestro estadounidense).
Dejemos el juego de los trebejos y las sesenta y cuatro casillas, definido por alguien (¿Unamuno?) como una masturbación del cerebro, y volvamos al juego de la vida, sus trampas y sus trampantojos. A juicio de Pájaro bobo, el primer hombre en la lista de grandes traidores ideológicos de estos latifundios fue y es Maragall, pues, utilizando carne de obrero español como argamasa, consiguió crear, en plena democracia formal, un partido socialista que no era ni socialista ni obrero ni español. El segundo hombre fue Josep Piqué, que se ufanó/afanó en convertir el Partido Popular de Cataluña en el más impopular de los partidos de estas conrades para que se lo quedara Convergencia a precio de páramo o baldío. Ahora, Francesc de Carreras, miembro, como sus pares, del establishment surgido a orillas del mar de la Sargantana y conocido como el Rovell de l'ou, aspira a ser el tercer hombre y dejar el Partido de los jóvenes Ciudadanos para el arrastre a cargo de los monosabios de la Generalidad. Y, a decir verdad, oficio y maneras no le faltan, pero ¿cuál es la idea última y más sacrílega de su sacrílego plan?
Pájaro bobo sigue pensando que no puede haber Unión, Progreso y Democracia sin Ciudadanos, pero es posible que, al menos en este caso, esté deseando equivocarse. Y, como la idea del referéndum le/lo acosa y le/lo atormenta, he aquí su nueva pregunta ingenua e intempestiva: ¿acaso no empezó la inmersión lingüística a la catalana como una inmersión lingüística à la québécoise? Miserable, miserable.