Rosa Díez y el colectivo del tuberculoso pobre
Historias de la Radio
Durante las varias Navidades que puntuaron nuestra doble posguerra, diversas emisoras de Radio solían organizar programas y campañas para ayudar a los más necesitados. Una de estas rezaba más o menos: «Campaña en favor del tuberculoso pobre». Un miembro de nuestra familia se agenció el término «tuberculoso pobre» y empezó a utilizarlo a troche y moche como sinónimo de pobre, indigente, menesteroso y similares. El ejemplo cundió, y «tuberculoso pobre» se incorporó definitivamente al idiolecto familiar. Más tarde, Pájaro bobo se lo enseñó a su señora, Margarita, a sus hijos naturales, Ana y Miguel, y a su hijo adoptivo, Ingo Weber. Y ahí sigue cincuenta años después, ya con carta de naturaleza. Un tuberculoso pobre es siempre alguien que padece penuria económica y por regla general no termina de levantar cabeza en el curso de su existencia. Hoy, Pájaro bobo pertenece al colectivo del tuberculoso pobre más que por auténtica necesidad por querencia y devoción, habida cuenta que, para él, el término sigue envuelto en la ternura que siempre le inspiraron los desvalidos.
Ahora, parece ser que Rosa Díez, la vasca con temple de Agustina de Aragón, tiene problemas de dinero, cosa lógica en alquien que pretende formar un partido político empezando por abajo, sin contar con una potente superestructura económica. La mujer, además de necesitada, es, pues, una ingenua. Pero precisamente por eso tiene el apoyo de Pájaro bobo, siempre dispuesto a colaborar en las campañas de ayuda al tuberculoso pobre, sobre todo si se trata de un partido político democrático y, además, español. En cualquier caso, él aconsejaría a la buena señora que pidiera asesoramiento a los muchachos del Partido de los Ciudadanos, que ya pasaron por ese trance y le hicieron frente, si es que no lo resolvieron, con ingenio e inventiva. Pájaro bobo, maestro en chapuzas y trapicheos, tal vez también podría echarle una manita, sobre todo a la hora de generar ingresos menores y casar gastos y presupuestos. ¿Verdad, Margarita, que sí?
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿será verdad que los únicos partidos realmente democráticos son aquellos que no disponen de ayudas y subvenciones injustificables e injustificadas y se mantienen gracias a las cuotas de sus afiliados, pertenecientes siempre o casi siempre al colectivo del tuberculoso pobre?