Gallardón: ¿un hombre para un partido o un partido para un hombre?
El riesgo del juego a tres bandas
Pájaro bobo tiene la impresión de que este joven gallardo sigue sin encontrar su sitio desde que puso pie en la escena pública. Por motivos no siempre confesables y nunca confesados, sus compañeros de partido no le quieren y él tampoco se siente querido. Parece ser que, según ellos y ellas, el muchacho es un aliado incómodo e incluso peligroso. En opinión de Pájaro bobo, no encaja ni en el organigrama jerárquico, con políticos y políticas celosos de sus privilegios, ni con la ideología de una formación que ha recogido la herencia del antiguo régimen. Si las cosas siguen así y él no consigue ni integrarse ni ser integrado, cabe la posibilidad de que intente buscarse la vida por su cuenta y riesgo. Y también de que alguien intente lanzarle como líder de una formación que rompa el esquema dual de nuestra política. Un partido de centro no conviene ni a la derecha convencional ni a la seudoizquierda de Zapatero, pero sí puede convenir a los separatistas catalanes, duchos en el control de los esquemas a tres bandas. Un Gallardón desairado y, por eso mismo, dispuesto a aliarse con los Pujol, los Duran y los Roca puede complicar el tablero español hasta límites nunca vistos. Siempre en perjuicio de España y los españoles. La atomización de la política española sería, probablemente, el fin definitivo de una era histórica.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿acertarán a ver los españoles los peligros que se ciernen sobre su patria?
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