Matilde Zagalsky (Matilde Horne) o la ataraxia de la traductriz
Cuando el seudónimo es el nombre único y verdadero
Pájaro bobo, hijo adoptivo de la Kakania danubiana, sitúa instintivamente el apellido Zagalsky, nada más verlo y leerlo, en la ruta comercial que, en viaje de ida y vuelta, cubría la distancia existente entre Amsterdam y Amberes, de una parte, y Novogorod, en el corazón de la Rusia septentrional, de otra. Siglos XVII y XVIII, comercio de productos manufacturados de la Europa protoindustrial, siempre industriosa, y pieles del Norte profundo. Pájaro bobo se detiene mentalmente en el segundo tramo del trayecto de ida, concretamente en el recinto o espacio geográfico llamado después Pale of Settlement y también die Zone. Pero sólo por un momento, pues Matilde Zagalsky vive en el siglo XXI, tiene 92 años y reside en Ibiza. Después de más de cincuenta años de actividad como traductriz, que así es como, al parecer, ella quiere que se la conozca y reconozca, y tener en su haber la versión española de obras tan notables como El Señor de los Anillos, de JRR Tolkien, vive y sobrevive en una residencia con un magro estipendio de 300 euros mensuales. Penoso. Aun así, la buena mujer no parece apesadumbrada; ni por eso ni por el hecho de que en las obras en las que ha intervenido no aparezca su nombre sino el de una supuesta Matilde Horne. ¿Decisión propia y libre? En sus recientes declaraciones a un periódico español se aprecia una actitud anímica que hace pensar en la ataraxia de aquellos filósofos griegos que se preparaban para la muerte durante toda la vida. Ni una brizna de frustración o rencor.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuántas personas se habrán enriquecido con el trabajo profesional de la hoy anciana y casi desvalida señora Zagalsky?