Aviso a conversos
El que cambia de nombre se puede encontrar al final con que no sabe ni quién es ni cómo se llama.
El que cambia de nombre se puede encontrar al final con que no sabe ni quién es ni cómo se llama.
Aunque le consta que hace años fue condenado a muerte civil de por vida y, aun así, siguen persiguiéndole con diversas artes y artimañas, Pájaro bobo no quiere buscar responsables y responsabilidades, tampoco conocer hechos y nombres concretos. Para no ser presa del odio o, más exactamente, para que el odio no dirija y condicione su mente, prefiere verse a sí mismo como náufrago por azar, un náufrago que, también por azar, acertó a sobevivir gracias a la puesta en práctica de una estrategia basada en la experiencia de Robinson Crusoe. Con lo que pudo salvar de su último gran naufragio, ni acoso ni cacería, se construyó un refugio al que, a pesar de estar tres metros sobre el nivel del mar de la Sargantana a la altura de la Barceloneta, llama búnker de pladur. Ahí es y existe, vive y sobrevive. Cada mañana, cuando se levanta, lo primero que hace es asomarse a uno de sus cuatro ojos de buey y, con un poco de suerte, observar cómo el Menesteroso acude con su paso ligero de legionario portando bolsas llenas de condumio para los gatitos que viven en el descampao contiguo a la casa Misteriosa. La contemplación reaviva su fe en la vida, en la Providencia y en la solidaridad cósmica, que falta le hace. Después, cuando se pone a leer los periódicos, se entera de que alguien dice: «Nos matan por ser españoles». Esto le lleva a cobrar consciencia de que él sobrevive a pesar de ser español y, por lo tanto, de que, además de naufrago, superviviente y resistente, es un ser afortunado, indignamente afortunado. Pero como a unos los matan por lo que son, otros, para que no los maten por lo que no son, huyen y cambian de bando, de chaqueta, incluso de lengua. Claro, claro, cuando está en juego la vida, lo lógico, también lo ético, es despojarse de todo aquello que haga falta precisamente porque no hace falta. Sobrevivir no es únicamente un imperativo categórico de los seres humanos para los seres humanos, es la ley suprema del eterno retorno cósmico. A la postre sólo es el que sobrevive y sólo sobrevive el que es.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿y si Pájaro bobo, hastiado de tanto sinsentido, decidiera dejar de ser náufrago, superviviente y resistente, y abandonara para siempre su búnker de pladur?