El centro no es el centro
Podemos suponer, al menos como punto de partida, que toda formación política tiene una ideología, que esa ideología tiene a su vez un universo semántico y que ese universo semántico tiene a su vez un núcleo formado por la idea o las ideas que precipitaron su alumbramiento en un momento concreto y después marcaron su supervivencia a lo largo de la historia. Por eso, el filósofo pensó y, aunque no actuó, dejó escrito para la posteridad: «El pensamiento es la acción» (der Gedanke ist die Tat). En puridad, las ideologías son cosmovisiones laicas.
A partir de la Reforma, entendida como movimiento intelectual laico, surge y se afirma progresivamente una actividad civil, ni específicamente religiosa ni necesariamente militar, provista de una organización y un orden propios, que determinará la formación de una conciencia responsable asentada en el sentido del deber y en el esfuerzo individual (ética del trabajo). Ése es el germen de los partidos conservadores que después primarán los valores asentados en la vida morigerada tal como la ha venido practicando tradicionalmente esa capa de la sociedad civil conocida como burguesía.
Los partidos de izquierda, nacidos de la idea de que es legítimo luchar por una sociedad cada vez menos injusta, hasta llegar, si es posible, a una sociedad justa, han impulsado ante todo la formación de una conciencia individual y colectiva primero crítica, después utópica y por último solidaria.
En opinión de Pájaro bobo, la conciencia solidaria con el que sufre, con todo aquel que sobrevive en condiciones impropias de un ser humano, debería presidir hoy la actuación de los partidos de izquierda y, concretamente, de nuestro socialismo.
Lamentablemente parece que no es así. Los constantes intentos de corrimiento de socialistas y pseudosocialistas hacia el centro sociopolítico son en realidad maniobras tácticas de derechización, por la sencilla razón de que para toda formación de izquierdas ese centro queda necesariamente a la derecha, ya fuera del ámbito de su ideología y de las prácticas que la definen específicamente. En el fondo se trata de concesiones ilícitas por desleales e inmorales en aras de la toma del poder a toda costa y a cualquier precio.
De manera análoga por inversión, todos los intentos acometidos por la derecha para ocupar el centro son formas de izquierdización que la llevan a salirse del ámbito ideológico y operativo que le es o debería serle propio. La derecha ha tenido y tiene valores y recursos tan legítimos éticamente como socialmente eficaces que debería poner a contribución antes de desnaturalizar su ideología y/o traicionar a sus votantes.
En uno y otro caso nos encontramos con formas de desnaturalización de las ideologías respectivas impulsadas por el empeño de aumentar el número de votantes y así acceder al poder. El criterio ético ha cedido el sitio al criterio económico-comercial.
A juicio de Pájaro bobo eso es en el fondo un fraude, pues los dirigentes políticos se deben a sus votantes y es a éstos a quienes corresponde fijar el contenido y los límites de su ideología. Los políticos, en cuanto personas elegidas para representar a los votantes, están obligados a respetar en todo momento la voluntad de éstos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no saben los políticos que toda desnaturalización deliberada de una ideología es un fraude moral y una traición a sus seguidores y votantes, independientemente del resultado que, en un momento dado, se obtenga en las elecciones?