Guerra religiosa, no santa, contra la COPE
A estas alturas de la guerra contra todo lo español en Cataluña, la emisora de la COPE capitaneada por el indomable e insobornable Federico Jiménez Losantos constituye el último y, por lo tanto, también único baluarte de la libertad de expresión en las parroquias y las feligresías de esta provincia eclesiástica. El clero catalán, algunos de cuyos miembros más conspicuos fueron designados, puestos e impuestos en su día por el Sanedrín (Volem bisbes catalans), se viene esforzando desde un principio por ser un elemento activo de esa guerra. Si ayer fue el poco católico (universal, ecuménico) abad de Montserrat quien se prestó gustosa y gozosamente a presentar ante el Vaticano las quejas de sus superiores políticos por los inadmisibles ataques a Cataluña del obstinado periodista turolense, ahora es Lluís Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona, el que, camuflado entre los miembros de la Conferencia Episcopal, lanza sus dardos envenenados contra el director de «Las mañanas de la COPE». Y como en una guerra religiosa, no santa, todos los medios y todos los recursos son válidos, clérigos y feligreses separatistas, desde el rector de Santa María del Mar hasta el director de La Vanguardia, órgano servil del catalanismo institucionalizado, han terciado en el pleito verbal entre Losantos y Rajoy echando leña al fuego y azuzando alternativamente a uno y a otro para sacar partido en beneficio propio. Lo de siempre como siempre.
Conviene decir una vez más, precisamente por ser cierto y sabido, que el clero de esta provincia eclesiástica, integrado activamente en el proyecto político del Sanedrín, cumple en su parcela las consignas políticas que recibe de sus superiores y cuida con celo inquisitorial de que los creyentes tengan cada vez menos servicios religiosos en lengua española, hasta que consiga eliminarlos por completo, que es la meta. Evidentemente, ese mismo clero ni denuncia ni denunciará nunca que los hijos de los españoles residentes en Cataluña, más de cuatro millones, equivalentes al 52-54% de su población, no reciben enseñanza general y formación religiosa en su lengua materna, porque, como es lógico, eso ni lo saben ni les interesa saberlo. Y, además, denunciarlo sería un ataque a Cataluña. Miserables, miserables.
Pregunta ingenua e intempestiva:
¿Sabe el cardenal y arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que, de acuerdo con la historia reciente (Alemania, China, Cuba), un clero nacionalista es un clero mundanizado, politizado y, por lo tanto, cismático o cuasi cismático?
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