Paul Preston y nuestra historia reciente
El inglés Paul Preston lleva años estudiando nuestra historia reciente, empeño tanto más digno de encomio cuanto que parece estar inspirado en el afecto a España y a lo español. Como su último libro, El gran manipulador, se centra en la figura de Franco, Pájaro bobo le ofrece un par de ideas que, por lo que ha podido comprobar, no figuran en la bibliografía al uso.
Tanto en el plano biográfico como en el político, la trayectoria de Franco presenta una marcada y curiosa diferencia con respecto a las trayectorias de Hitler y Mussolini en esos mismos planos. Es lícito e incluso plausible pensar que en un primer momento, Franco, militar con un brillante expediente, pone precio a la intervención española en el conflicto bélico junto a las fuerzas del Eje y que, al no ver atendida debidamente su demanda, opta por seguir el curso de los acontecimientos. Esto le permite, primero, sobrevivir incólume a la Segunda Guerra Mundial y después, cuando ya se ha consumado la derrota de sus modelos y aliados, evolucionar hacia formas de actuación y representación cada vez menos militares y cada vez más civiles, tendencia que, como es lógico, adoptan por mimetismo seguidores y beneficiarios de su régimen integrados en el Movimiento. Cum grano salis podemos afirmar que, en España, la dictadura militar termina convertida en un régimen civil sui generis. Por el contrario, Adolf Hitler y Benito Mussolini son civiles que se militarizan y utilizan ostentosamente el uniforme militar para situarse en la cresta de la ola y llevar a cabo su lanzamiento político. Hitler, prácticamente sin oficio ni beneficio, se alista en el ejército bávaro con 25 años y de Mussolini sabemos que en 1902, con apenas 20 años, huyó a Suiza para eludir el servicio militar y que estudió magisterio. Hitler morirá como militar en plena derrota del Tercer Reich, mientras que el teatral y nada valeroso Mussolini conocerá, además de la muerte, la vergüenza y la humillación. En Alemania e Italia, los regímenes respectivos desaparecieron con sus caudillos, pero en España el franquismo, hechura y remedo del modelo germano-italiano, se mantuvo en pie gracias a su adaptación a las condiciones políticas determinadas por el enfrentamiento del bloque capitalista y el bloque comunista durante la larga posguerra marcada por la guerra fría. Curiosamente, el régimen de Franco no sobrevive a su muerte, a pesar de todas las medidas cautelares adoptadas personalmente por él, medidas que incluían blindajes de leyes e instituciones con sus correspondientes juramentos de fidelidad. El franquismo se extinguió por la sencilla razón de que, extinguidos sus modelos, había dejado de tener razón de ser. El espíritu de los tiempos (Zeitgeist) reclamaba otras formas de vida y otras formas de gobierno. La historia siguió su curso.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no es cierto, Mister Preston, que los pueblos alumbran dictadores y que, a pesar de todos los experimentos, los dictadores no alumbran pueblos?
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