Rodríguez Zapatero, entre el bazar y el mercadillo
¿Dónde quedan los tiempos en los que las ideologías eran cosmovisiones? Dónde quedan las cosmovisiones alumbradoras de universos mágicos y utópicos cada vez menos injustos, cada vez menos inhumanos, cada vez menos monstruosos, cada vez más racionales, cada vez más cósmicos, cada vez más reales?
La izquierda española, la menos consistente de las izquierdas europeas en el plano intelectual, ha seguido, en los últimos cuarenta años, una derrota marcada por el envilecimiento. Hoy no sólo no tiene ni retiene nada de las viejas utopías —una sociedad sin opresores ni oprimidos en un mundo mejor o, como mínimo, menos malo —, sino que incluso se ha despojado de los últimos atributos de su dinámica operativa basada en la solidaridad humana y para sobrevivir ha hecho suyos algunos de los recursos menos nobles de lo que Pájaro bobo ha bautizado con el nombre de capitalismo trapisondista. Rodríguez Zapatero se mueve ahora, y de hecho se ha movido siempre, entre el bazar y el mercadillo. En otro tiempo, eso habría sido definido posiblemente como una rara especie de eclecticismo y/o sincretismo; hoy es transversalidad ideológica y económica.
Despojado, ¡liberado!, del cuerpo ideologico y operativo del socialismo histórico, Rodríguez Zapatero comparece ante el pueblo español dispuesto a ganar las elecciones generales con un repertorio de ofertas del tipo todo a cien: el low price como fórmula de una nueva política y una nueva economía. Y el muy tunante gana las elecciones. A Solbes, ministro que debía ser de finanzas, le encarga que por nada del mundo descubra lo que nos espera el día depués. Y el hombre se aviene. Parece ser que fue Montoro quien, no hace mucho, dijo, más o menos: «Lo peor de él [Solbes] es que está al servicio de la desintegración de España». Y es cierto. Además, para abrir boca, ahí van cuatrocientos euros por cabeza. ¿No es eso fraude y como fraude delito? ¿Puede alguien disponer a su antojo del dinero de los españoles, un dinero que ni ha ganado ni tiene ni es suyo? En opinión de Pájaro bobo, eso era delito y sigue siendo delito. Que se lo hagan mirar, y mirar bien, los responsables del PP, pero, por favor, que no se les ocurra acudir al Tribunal Constitucional. Ése está reservado a los separatistas.
Nuestro zapatero ha demostrado, como demostró en su momento el cínico y amoral Sarkozy, que, hoy en día, ni para ganar unas elecciones ni para gobernar hace falta tener una ideología y ser fiel a ella. En realidad, eso es lastre. Rodríguez Zapatero ni tiene ideología ni tenía programa electoral. Y, a decir verdad, no necesita ni lo uno ni lo otro. Le basta con un lote de ofertas. En política, el debate ideológico ha cedido su lugar de privilegio a las campañas de marketing. Y mañana, ¿qué? Solbes, contesta.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuánto tiempo pueden vivir los españoles con una política económica de bazar y mercadillo basada en propuestas del tipo todo a cien?
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