Tres razones para un cambio de modelo
Cuando se llega a una situación límite es conveniente, a veces incluso necesario, percibir que no se puede seguir adelante por el mismo camino. Entonces hay que cambiar de tren, de vía y/o de destino. En la situación actual, si los españoles no lo ven o, viéndolo, siguen adelante por el camino emprendido a partir de la Transición, es muy posible que hayan firmado su sentencia de muerte, una sentencia de muerte inexorable y a fecha fija para ellos y para España.
No puede ser casualidad, ni debe de serlo, que Ibarretxe pida, reclame y exija, en este preciso momento, una entrevista con Zapatero, el de las promesas a fondo perdido, para presentarle su plan soberanista.
Y no puede ser casualidad, ni debe de serlo, que Montilla pida, reclame y exija, en este preciso momento, la puesta en práctica del modelo de financiación prometido por Zapatero, junto con la entrada en vigor del Estatuto de Cataluña.
Una vez más, los separatistas se unen para presentar coordinadamente sus reivindicaciones ante el gobierno de España cuando perciben que es más débil y no puede contar con el apoyo del segundo partido nacional, sumido como está en una grave crisis interna. Precisamente por eso, España no debe ir cediendo ante el chantaje/acoso de los separatistas hasta caer derrotada. Es necesario que se produzca una reacción, una reacción y un cambio estratégico, no meramente táctico, que termine con las tensiones centro-periferia y su dinámica. Si el gobierno de España representa a la inmensa mayoría de los españoles, debe hacer honor a esa realidad con una política realmente soberana y democrática, dos condiciones que ahora no cumple.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuándo se enterarán los españoles de que en una democracia no es ni lícito ni democrático ni racional que la existencia de la nación-Estado y sus actividades estén a merced de minorías contrarias al interés general de la sociedad?
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