Del PSC y los amontillados
De entrada, el PSC debía ser, por una parte, el elemento de unión y comunicación con el PSOE, pero, por otra, debía integrarse en el frente separatista catalán y, además, retener en sus mazmorras al grueso de la charnegada, la misma que había librado la batalla contra la dictadura en las calles, en las fábricas, en los sindicatos, en las comisarías y en los cuartelillos, incluso en las sacristías. Y, como tantas veces en la historia, así se hizo. Y, como tantas veces en la historia, la burguesía local, congregada sigilosa y devotamente, de nonas a maitines, en el claustro de un convento, esperó el fin de la lucha y, con la buena nueva de la victoria, la toma del poder. Eso, por elemental, debería saberlo un historiador tan sagaz y desleal como Ferran Gallego, aunque sólo sea porque se ha repetido manta vegada a lo largo de la edad contemporánea.
Luego, el PSC se quitó la careta y dejó caer subrepticiamente el apéndice PSOE, de modo que, sin cambiar de siglas, con un simple escamoteo, el Partido de los Socialistas de Cataluña volvió a ser el Partido de los Separatistas Catalanes, mientras la charnegada, entre el ochenta y el noventa por ciento de sus votantes, seguía aherrojada en las mazmorras. De momento, y hasta nueva orden del Sanedrín, en Cataluña la política tienen que hacerla total y exclusivamente los catalanes para los catalanes. Maragall pacta con Pujol y Pujol se dedica a hacer país en un país en el que la mayoría de sus votantes carecen de representación propia y directa, proporcional y leal. ¿Palestina? No, Cataluña.
Pero un día, Zapatero, jefe del Ejecutivo español y jefe del consorcio PSOE-PSC, avisado por una lengua viperina y supuestamente amiga, se entera de la conjura y, ni corto ni perezoso, arroja a su cerebro y ejecutor, el desleal Maragall ben Ariel, a las tinieblas exteriores. Y ahí sigue todavía, en junio de 2008, a dieciséis años de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
El elegido para sustituirle es un hombre de la confianza del florentino leonés por origen, por lengua y por línea ideológica. Eso es, al menos, lo que el elector cree. Craso error. ¿Cuál es realmente la situación?
Pues que, mientras tanto, en el ámbito del Partido de los Separatistas Catalanes ha surgido, y está a punto de entrar en escena, una generación de charnegos catalanizados, ávidos de meter cuchara en el plato de la política y colaborar con sus amos y anfitriones en la lucha contra todo lo español, incluido el PSOE, en este caso partido del Gobierno.
Integrados en el PSC y a través de él en el frente catalanista, los nuevos y celosos conversos no sólo cierran el paso a las corrientes de signo español que emergen en su seno (casos de Bouza y Robles), contribuyendo así al mantenimiento y el fortalecimiento de la dictadura separatista dentro de los límites de la Comunidad Autónoma, sino que además se ofrecen como emisarios ante el gobierno de España. Ahí está la Xacó, dispuesta a dar el escopetazo vendiendo fragatas y fragonetas al rey de Marruecos, siempre amigo cordial y futuro aliado; ahí está el tal Corbacho, hombre florero y bulto sospechosamente inútil; ahí está el bolchevique Montilla, oteando el horizonte desde la subestación espacial de la Generalidad.
Es evidente que para el Sanedrín, los amontillados son meros tontos útiles, aunque alguno tenga la perfidia de un Montilla. De momento, su misión consiste en eso, en actuar como misioneros, enviados, y en hacer que los de Madrid se traguen el Estatuto de Cataluña con puntos y comas, pero también y sobre todo en ir engrosando el lobby catalanista en la capital de España, lobby que ha de ser la avanzadilla de un ejército de mercenarios civiles llamado a atenazar y sojuzgar a España y los españoles en un máximo de diez años. Esta última idea –del lobby al asalto final del Estado– no es mía sino de un tal Enric Juliana, que la ha expuesto, plazo incluido, en La Vanguardia de Barcelona.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿quién conseguirá engañar a quiénes: ¿Zapatero a Montilla y a Pujol ben Gurión, Montilla a Zapatero y a Pujol ben Gurión, Pujol ben Gurión a Zapatero y a Montilla?
Se admiten apuestas.
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