De la judería de Hervás a la Barceloneta pasando por las Batuecas
Pájaro bobo, que nació y pasó los primerísimos años de su vida en el Rabilero, la antigua judería de Hervás, conserva un apego a esa palabra y a aquellas piedras que, idealizado por la distancia, es hoy pura idolatría. El Rabilero, barrio del Rabino, se merece una historia y, en especial, una leyenda que, según parece, aún no se han escrito. A Pájaro bobo le gustaría intentarlo, al menos intentarlo, pero como desde hace tiempo le viene fallando el caletre, no parece que le dé para tanto. Sería una historia-leyenda-relato imbuida-imbuido de la eterna e incurable nostalgia de un apátrida con pulso mitteleuropeo para quien la palabra es la morada del ser. Spinoza y Heidegger en la misma caverna. Y, también, la confesión de un tímido con corazón apasionado y alma de déspota que, antes de exhalar el último suspiro, cae en la cuenta de que, lo mismo que se inventó una vida, ahora tendrá que inventarse una muerte. La vida es la muerte de la muerte y la muerte es la muerte de la vida.
De momento no hay ni historia ni leyenda ni relato. Tampoco confesión. El apátrida decide ir a ver a su colega Zaratustra, teutón misántropo, nunca misógino, que vive en una caverna-espelunca-tabernáculo de las Batuecas con su raposo Menschenfreund (Amigo del ser humano). Allí, en su morada y en la montaña, morada de Dios, bendice-maldice-maldice-bendice cada hora de su eterno retorno, pues parece ser que, por un extraña maldición o bendición del cielo, está destinado a vivir eternamente. Eso es, al menos, lo que confesó a Pájaro bobo la última o penúltima vez que éste fue a verlo. La verdad es que como el teutón estaba en trance y el raposo Menschenfreund, ya acostumbrado a los delirios de su buen amo, dormía y soñaba con tiernas gallinitas, el visitante tuvo que marchar sin poder hablar con su maestro y anfitrión, sin preguntarle y sin saber qué era de él y sobre todo de su cabeza. Por todo ello, Pájaro bobo le dejó una nota que decía: Ich komme mal wieder. Bis zur Ewigkeit.(Volveré en cualquier momento. Hasta la eternidad).
Así que rehizo el petate, Pájaro bobo emprendió camino a la Barceloneta, capital de la Fenicia de Poniente y puerto del mar de la Sargantana. Nada más llegar, fue a ver a mossèn Ramon, a quien, nada más ver, espetó: ¿Qué, cómo van las clases de catalán en la iglesia ecuménica del Espiritu Santo de Pentecostés?