En clase de física
Durante los últimos días, Miguel el inventor ha estado, y sigue estando, muy atareado con el acelerador de partículas de Ginebra y misterios como los campos gravitatorios, la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre y la teoría de la relatividad general. A propósito, ¿qué es el bosón de Higgs?
Pájaro bobo aprovecha las infrecuentes desconexiones del muchacho para formularle algunas preguntas. De entrada, éste afirma que en la ciencia no hay espacio para un Dios personal o un Diseñador inteligente, pues en ella se parte de una situación concreta y se procede por vía empírica, y que, por lo tanto, la ciencia en cuanto tal no entiende de metafísicas. Lo que existe actúa de cuerdo con leyes que le son propias.
Pájaro bobo insiste y le pregunta si acaso no deberíamos dejar a un lado cuestiones como el Dios personal o el Diseñador inteligente y hablar de una Autoconsciencia condicionante, no condicionada, y Miguel le contesta que, a su modo de ver y pensar, el problema radica en que eso no añade nada a la situación sometida a examen, toda vez que no incide en el acontecer y su desarrollo. El acontecer se explica a sí mismo y en sí mismo. Eso es todo, y eso es la ciencia. El ser humano tiene que atreverse a ser él mismo, a estar siempre solo. Esse te ipsum aude!
Tras escuchar y tratar de entender tales explicaciones, Pájaro bobo llega a la conclusión de que la situación es incomprensible para el ser humano, entre otras razones, porque, en última instancia, su lenguaje no es adecuado para describirla. Acto seguido, Miguel insiste en que Dios, su existencia, es un pobre recurso dialéctico adoptado a posteriorii, no una realidad dada.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Qué hace ahora Pájaro bobo con su principio de causalidad?
Si según el Libro «En el principio fue la Palabra», ¿qué fue primero la Palabra o el big Bang?