Estatuto de Cataluña, el próximo de la lista: una denuncia y dos preguntas
En el ABC nuestro de hoy y de cada día, Jiménez de Parga ha comentado, con una visible sensación de alivio, que en el horizonte de esta España atormentada por las fuerzas centrífugas empiezan a aparecer signos de un futuro menos oscuro, menos caótico, menos destructivo y, por lo tanto, mejor para España y los españoles en términos relativos. Por fin, se aprecia en ciertas instancias estatales con poder y capacidad de decisión una toma de conciencia responsable y leal ante la gravedad de la situación generada por la conjura separatista con sus múltiples y continuas intrigas. ¿La próxima? Que el carallot Carod nombre un embajador de Catalunya en Madrid, capital del país vecino.
Eliminados el pretendido referéndum de Ibarretxe y ANV, partido abiertamente antidemocrático en su ideología y en su actividad práctica, ahora le toca el turno al Estatuto de Cataluña, documento doloso en su espíritu y en su letra, y, por lo tanto, abierta y rotundamente delictivo, al menos a los ojos de Pájaro bobo. Fraude de ley aderezado y, en este caso, agravado con presiones de toda índole, siempre ilícitas, siempre ilegales.
Pájaro bobo entiende que el doloso y delictivo Estatuto de Cataluña no sólo acabaría con España como nación sino que incluso situaría sus restos en una situación de dependencia jurídica con respecto a Cataluña. Ese es el espíritu y esa es la intención última que animan el contenido y la forma del aludido e innombrable documento estatutario.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿No está obligado en justicia el Tribunal Constitucional a denunciar ese carácter doloso y conspirativo del llamado Estatuto de Cataluña y, obrando en consecuencia, a procesar tanto a sus autores intelectuales como a sus valedores?
¿Cargos? Fraude de ley y conjura para destruir España constituida en Estado de derecho.