Crisis económica + crisis política = segunda Gran Depresión
Juan Velarde Fuertes decía ayer en el diario ABC que la actual crisis económica va a ser larga, pues podría durar unos seis años y eso en el caso, harto improbable, de que se hagan las cosas bien. Cabe pensar, pues, que tenemos ante nosotros un panorama de unos diez años entre fase y período de descenso (seis años) y fase y período de recuperación (cuatro años), que también formarán parte de la crisis.
Pájaro bobo, basándose en cierto conocimiento de la historia contemporánea y de ese período que va de la República de Weimar a la Guerra Fría, pasando por la Gran Depresión, el triunfo del militarismo de cuño germánico y la Segunda Guerra mundial, se inclina a pensar/vaticinar que, muy probablemente, la actual crisis económica irá acompañada, unas veces simultánea y otras sucesivamente, por una crisis política de dimensiones universales en cuanto que previsiblemente afectará, con intensidad variable, a países del primer mundo, del segundo mundo y del tercer mundo.
Podemos y acaso debemos imaginar asimismo que la crisis económica que ahora se inicia va a significar el fin de un ciclo histórico y, con harta probabilidad, va a afectar profundamente al modelo vigente —el modo de producción capitalista y su correlato económico-financiero, llamado unas veces economía de mercado y otras libre mercado—, lo que va a traer consigo, poco menos que como necesidad biológica, una crisis política de dimensiones universales.
En el futuro inmediato Pájaro bobo ve no el hundimiento del orden establecido pero sí una perturbación que previsiblemente afectará a sus cimientos y de manera especial a la ya instaurada sociedad del bienestar. A partir de ahí, en su imaginario las fronteras y los territorios se difuminan, aparece el caos y surge una situación en la que las crisis político-económicas se propagan de un país a otro, de un hemisferio a otro, de un mundo a otro. Estamos en los años veinte, a un siglo exacto de la República de Weimar, a la que siguió la Gran Depresión de 1929 y, sin solución de continuidad, el auge de una Alemania poseída por una delirante voluntad de poder.
Aunque ha cambiado el escenario, el argumento de la historia sigue siendo esencialmente el mismo. Los actores de hoy, hijos de los actores de ayer, continúan sin aprender. ¿Es eso una variante del eterno retorno?