La duquesa, la Reina y el casino
Sería la del alba cuando la duquesa sintió una picazón y, entre sueño y vigilia, decidió levantarse, emperifollarse como en sus mejores tiempos e ir a la iglesia y casarse aunque fuera en segundas y penúltimas náuseas. Bien pensado y bien hecho. El matrimonio, ayuntamiento carnal incluido, ha sido concebido para eso: dar carnaza a la libido y perpetuar la especie.
A los ojos de Pájaro bobo el matrimonio siempre fue un asunto de mucha envergadura. Incluso ahora, cuando ya es viejo. Pero, a decir verdad, en estos tiempos el matrimonio ni se entiende ni se practica exclusivamente así. Han cambiado las costumbres, ha cambiado la ética, ha cambiado la semántica. Necesitamos urgentemente definiciones actualizadas. De hecho, ahora un par de amigos puede ser también y sobre todo una pareja de amigos. Eso significa que ahora hay matrimonios que antes no lo eran y que para nuestra Santa Madre Iglesia siguen sin serlo. Y, a juzgar por sus palabras, para nuestra Reina, tampoco; una reina cuyo nombre significa sabiduría. En cualquier caso, Doña Sofía tiene derecho a expresar su opinión, máxime habida cuenta que lo hace con respeto. Otra cosa es cómo ha transcrito sus palabras la paparazza vaticano-urbanita. Pájaro bobo se inclina a pensar que, si ha habido algún error de interpretación-transcripción, ha sido sin mala intención, senza cattiveria.
Mientras tanto, nuestro pobre y desvalido Zapatero sigue con sus trajines en dos mundos y sendos hemisferios en busca de una entrada al casino de los veinte, aunque tenga que recurrir a la reventa. Y eso que Sarkozy, samaritano y bon ami, le ha ofrecido uno de los dos sillones que le corresponden en el salón de actos. La pega radica en que, a lo sumo, eso le da derecho a entrar en el casino y a sentarse con los demás invitados, pero no a hablar, aunque, bien mirado, ¿de qué puede hablar nuestro inculto jefe de Gobierno en una cumbre de economía, máxime si es economía especulativa, también llamada economía de casino?
Pájaro bobo considera que, si el comportamiento de nuestro representante en su intento de romper el veto estadounidense es humillante/denigrante, la actitud de Estados Unidos, veto incluido, es abiertamente repudiable. La superpotencia practica una política imperialista con claros gestos dictatoriales: «Estos son mis invitados. Tú aquí no entras porque lo mando yo». Con todo, lo más indignante e inadmisible es, en opinión de este pájaro, que los demás invitados al casino hayan aceptado esas condiciones, sabiendo, como están obligados a saber, que mañana el despótico anfitrión va a hacer lo mismo con cualquiera de ellos. La dignidad y el instinto de supervivencia deberían hacerles ver que las condiciones fijadas por el dueño del casino no son aceptables. Eso sin contar que, bien mirado, ya asistir al casino es una inmoralidad.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuál será el próximo garbanzo negro en la lista del big Boss del casino?
El Idióticon de Pájaro bobo
Segundas náuseas. Equivalente jocoso-malicioso de «segundas nupcias» en el idiolecto de Pájaro bobo.