El Constitucional, el Estatut y el Premio Planeta
A juicio de Pájaro bobo, un juicio que en determinados temas y momentos no es ni mucho ni sano, las filtraciones sobre el tratamiento —quirúrgico o medicamentoso— que el Tribunal Constitucional intenta aplicar al Estatut ponen de manifiesto las tensiones y presiones a las que la alta instancia es sometida, poco menos que a diario, por parte de los siempre activos traginers catalanes. Trajín va y trajín viene, intriga va e intriga viene. Los conjurados no paran. Y Montilla, hijo de la falsedad y la perfidia, en su ciudadela o, por mal decir, Citadella. Estamos a orillas del mar de la Sargantana, costa que fue de fenicios. Pero, ¿es realmente posible que una traición dé para tanto?
A juicio de Pájaro bobo, que acaso nunca fue un juicio sin cierto y muy cierto fundamento lógico, esas filtraciones, tensiones y presiones desautorizan, por consentidas, permitidas y en definitiva fomentadas, a la instancia que debe pronunciar sentencia sobre el documento estatutario e invalidan, stricto sensu, tanto su acción en el Estatut como su veredicto sobre él.
A juicio de Pájaro bobo, que ahora se dispone a emitir su juicio, la sentencia del Tribunal Constitucional adolece, mutandis mutatis, del mismo vicio —léase pecado original— que el premio Planeta, pues si en él se conoce el nombre del ganador cuando, en muchos casos, este aún no ha terminado de escribir su novela, en el caso del Estatut políticos y periodistas conocen con todo detalle el contenido de la sentencia que emitirá el Tribunal Constitucional cuando éste aún no ha empezado a redactarla.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no se podría organizar el próximo mes de diciembre un happening político-social unitario para celebrar oficialmente la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut y la concesión del Premio Planeta?
A juicio de Pájaro bobo hay estafas que deben celebrarse como triunfos, como hechos heroicos e incluso como conquistas de la imaginación humana.
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