Artículos del día 7 de noviembre de 2008

Política: zapaterización (zapaterization)

El término zapaterización, al igual que zapaterization, su equivalente anglo,  pertenece exclusivamente al idiolecto de Pájaro bobo. De hecho, nace en este preciso instante a golpe de dedo sobre el teclado. Si resiste la prueba del algodón, que aquí, en la red, es la prueba del lector virtual, lo registrará en su Idióticon, que es algo así como el núcleo léxico-semántico de su lenguaje. La palabra es semántica y la semántica es semen.

Pájaro bobo aprovecha la ocasión para blasfemar que, a su modo de entender, la Biblia debería decir: «Y el Verbo se hizo semen», que es lo que realmente ocurrió si es que realmente ocurrió algo. A propósito: hay carne sin semen, pero ¿hay semen sin carne?

En boca de Pájaro bobo, la palabra zapaterización alude a una forma de hacer política  ideada y aplicada por nuestro actual jefe de Gobierno, señor Zapatero. Cualquiera que sea la situación en la que se encuentre y cualquiera que sea el asunto que tenga entre manos, el hombre elude instintivamente los espacios abiertos del juego limpio y la palabra unívoca para buscar, de manera igualmente instintiva, entornos en los que pueda aplicar e imponer su singular táctica dialéctica basada en una o varias promesas con una kindersorpresa a modo de colofón y marca del zorro.

Pese al carácter elemental de la añagaza y pese a que la viene utilizando desde hace meses en sus trapisondas y cambalaches con los gerifaltes, caciques y oligarcas periféricos, hasta ahora el susodicho se ha salido siempre con la suya y al final se ha presentado en público con esa sonrisa de oreja a oreja que identifica su persona, o sea, su máscara. Posiblemente quienes mejor conocen la eficacia de la zapaterización son los representantes de la Generalidad y el Sanedrín (llamado oficialmente Consejo Asesor de Cataluña),   a saber, Montilla, Pujol ben Gurión, Maragall, Mas y tutti quanti. En cualquier caso, sus negociaciones se cuentan por añagazas y sus añagazas por negociaciones.

Convencido de la eficacia de su táctica  —promesa con kindersorpresa—, en los últimos días el susodicho ha recorrido dos mundos y sendos hemisferios en busca de cómplices/aliados con los que burlar el veto a su persona impuesto por los amos del casino estadounidense. Parece ser que ha estado trajinando de cintura para arriba día y noche y al final se ha rendido. Pero no, el susodicho es contumaz, tan contumaz como esos delincuentes que cuando salen de la cárcel piensan que tienen que perfeccionar su modus operandi, habida cuenta que ese modus operandi es también su modus vivendi y ellos son más listos que todos los policías juntos. Hasta el último momento, Zapatero permanecerá aferrado a la idea —¡convencimiento!— de que va a engañar al sheriff con todos sus ayudantes, incluido FBI.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿se convencerá algún día Zapatero de que en política la zapaterización no tiene ni espacio ni futuro?

La lección americana (the american lesson)

Pájaro bobo ha observado con admiración teñida de envidia el comportamiento del pueblo estadounidense  y sus líderes políticos antes, durante y después de las elecciones presidenciales. Sobre todo después, una vez conocido el nombre del ganador y futuro presidente de la nación,  pues, además de una nación grande en extensión, Estados Unidos es una gran nación.

Una vez finalizada la campaña y conocido el nombre del ganador, ese sentimiento de pertenencia llamado patriotismo (Zusammengehörigkeitsgefühl) se ha manifestado con toda su fuerza como elemento integrador de la sociedad civil y los líderes políticos sin distinción de ideologías. Tanto el perdedor,  McCain, como el presidente saliente, George Bush, han felicitado cordial y lealmente al ganador, Barack Obama, le han deseado éxito en su gestión y han pedido el apoyo generoso de todos sus compatriotas para él.

El patriotismo es un sentimiento de pertenencia; la nación, el fruto espontáneo y maduro de ese sentimiento de pertenencia, que nace y se manifiesta en la sociedad civil. Todo un ejemplo y un motivo de envidia para los españoles que vemos con dolor la ruina que, como un destino fatal, se abate en estos momentos sobre España.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no puede ser UPyD  el motor de un movimiento regenerador de la vida política y aglutinador de todas las fuerzas que, interpretando fielmente el sentir de la sociedad civil, siguen creyendo en España y están dispuestos a defenderla como la patria común de todos los españoles?