La cúpula de Barceló: ¿arte o decoración?
Aunque entiende algo de arte por razones relacionadas con su experiencia profesional, Pájaro bobo confiesa que tiene una muy escasa sensibilidad para las manifestaciones prácticas o, si se quiere, para las creaciones de las artes visuales. Son raras las obras pictóricas, siempre contempladas en reproducciones, que han conseguido impresionarle o emocionarle Eso hace que esté más dispuesto a aceptar una definición sociológica y fenoménica del arte que una definición estética y jerárquica. El arte como artificio y, en definitiva, como obra y hechura del ser humano con un fin que no es ni prioritaria ni exclusivamente utilitario.
A juicio de Pájaro bobo, el trabajo realizado por Miquel Barceló en la cúpula de una de las salas del Palacio de Naciones de la ONU tiene más de artificio que de arte en sentido tradicional. Atendiendo a su efecto visual, puede afirmarse que es un trabajo perfectamente logrado. Pero esas manchas de color aplicadas a la manera de los drippings del norteamericano Jackson Pollock tienen más de decoración que de arte. El arte, el gran arte es, a los ojos de Pájaro bobo, una cosa muy distinta.
Quien lo desee puede comparar esa decoración abstracta con los frescos de la Capilla Sixtina realizados por Miguel Ángel. Está en su derecho. Aun así, Pájaro bobo se permitiría recordarle, si le fuera dado, que donde no hay figura (esencialmente humana) no hay ni historia ni relato ni argumento. En la abstracción, un mismo esquema compositivo se repite indefinidamente, pues, al no haber ni figura ni relato ni argumento, tampoco hay centro y periferia: todo es centro y todo es periferia por la sencilla razón de que todo es igual. La jerarquía óntica y concepual viene dada por el argumento y se manifiesta a través del lugar que cada figura ocupa con respecto al eje central. En lo decorativo no hay historia y, en rigor, tampoco mensaje intrínseco y específico. Si, a pesar de ello, se habla de mensaje es porque se le asigna desde fuera, ya sea por el autor o por otras personas, pero ese pretendido mensaje será siempre y necesariamente ajeno a la obra e incluso al arte. Con ello entramos en el terreno de la comercialización. Y ahí estamos.
En su obra, Barceló ha conseguido un meritorio efecto visual, pero lo suyo es decoración, no arte, una decoración claramente deudora, en técnica y en impacto visual, de la obra del atormentado artista norteamericano.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuánto tiempo durará la obra de Barceló?