Obama y Zapatero: futuros futuribles
Cabe pensar que, guiado por Obama, Estados Unidos va a continuar con su modelo económico, activamente depredador, y con su política internacional, activamente agresiva y destructiva, entre otras razones porque esa economía y esa política responden a programas que ni se improvisan ni se pueden cortar en seco, aunque sólo sea porque no tienen recambio y, mucho menos, un recambio ready-made y de acción inmediata. Si es cierto que, como dice un viejo y casi desconocido refrán español, lo que no deja se deja, también lo es que lo que deja no se deja.
Se considera que, para bien o para mal, a Estados Unidos le quedan entre diez y veinte años como superpotencia y, en mayor o menor medida, como árbitro de las naciones de la Tierra, sus litigios y sus enfrentamientos, sus agresiones y sus invasiones. Una superpotencia en declive o, si se prefiere, con los días contados. Naturalmente, muchos de los actuales hijos de la globalización lo vivirán y sobrevivirán. Frente a Estados Unidos, como superpotencia menguante, están las potencias emergentes y, en especial, los bloques emergentes, bloques político-económicos. Se calcula que para el año 2020 los bloques serán ocho, dos arriba, dos abajo. Estados Unidos con Canadá será uno de ellos. Esa será la multilateralidad.
Evidentemente, el más grave problema de Estados Unidos ahora y en el futuro inmediato es su economía o, para ser exactos, su modelo económico. Estados Unidos vive básicamente gracias a una economía de guerra. Fabrica armas y organiza guerras. Las guerras y los conflictos armados, unas veces montados propria manu y otras inducidos, son pedidos para su industria. Pero no se puede montar, organizar o provocar una guerra cada semana. Ni siquiera contando con Israel como aliado y los belicosos países árabes como antagonistas y clientes fidelizados. A la postre, la guerra dejará de ser negocio. Estados Unidos, como imperio y superpotencia, tiene los años contados.
Puede pensarse que, en el fondo, Zapatero es un pacifista. Se declaró activamente contra la invasión, no guerra, de Irak, alentó la alianza de civilizaciones y, últimamente, buscó el apoyo y a buen seguro la complicidad de los países sudamericanos para romper el veto de Bush a su persona en la cumbre económica. Desde el punto de vista estadounidense, todas esas acciones son lesivas y agresivas. Aun así, a Zapatero le honraría su actitud si ésta hubiera estado acompañada en todo momento por una línea ética equiparable. Lamentablemente no ha sido así, pues sus actos de deslealtad tanto en política nacional como internacional se han contado por intervenciones personales.
En opinión de Pájaro bobo, Zapatero queda desacreditado y desautorizado por la falta de coherencia entre declaraciones e intervenciones de claro signo pacifista e incluso socialista y su comportamiento, un comportamiento marcado por la deslealtad a sus principios, a los principios de su partido, a los intereses de España y los españoles, y por encima de todo, a la ética. No se puede defender la paz y comportarse como un estafador. Y, sin embargo, ése es el Zapatero que todos conocemos, el Zapatero de la sonrisa y la traición, de la negociación y la falta de escrúpulos y, en definitiva, de conciencia moral.
Podríamos preguntarnos si en lo sucesivo Zapatero va a cambiar o si, por el contrario, va a seguir la línea acreditada hasta ahora, llevado del convencimiento irreductible de que, con ayuda de su sonrisa, conseguirá engañar a Obama como en su día engañó a Maragall, Pujol y Montilla juntos. Al menos, eso creyó entonces y eso sigue creyendo ahora.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿sabe Zapatero que es un cínico contumaz?
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