Han matado a un hombre, no han roto el paisanaje
Han matado a un hombre, no han roto el paisanaje.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuántos hombres hay que matar para romper el paisanaje?
A Pájaro bobo la muerte del empresario vasco Ignacio Uría le ha sobrecogido tanto o más por sus circunstancias inmediatas que por el hecho/acto en sí mismo. Él sabe que en África hay niños que, a fuerza de sufrir, han perdido la capacidad de llorar y que, por eso, cuando sufren una pérdida grave o muy grave, no lloran. Su rostro refleja simplemente desconcierto, confusión, no tristeza, mucho menos angustia. Como ciertos animales, no todos, cuando se encuentran ante la muerte de un ser querido, sí, un ser querido.
Los compañeros de Ignacio Uría, enterados del asesinato de éste, no renunciaron a su partida de tute; simplemente cubrieron la vacante. Humano, humanísimo, nunca demasiado humano. Eso es lo que son, eso es, pues, lo que somos.
La partida continúa (puntos suspensivos)