Musulmanes en Cataluña
Últimamamente, las autoridades autonómicas de Cataluña están dispensando un trato de favor a su comunidad islámica, hecho tanto más sorprendente cuanto que contrasta con el trato dispensado tradicionalmente a la comunidad de lengua española, que sigue sin ser reconocida por la Generalidad, las instituciones oficiales y los partidos políticos. En el mejor de los casos, ser español en Cataluña equivale a no existir, pues hay casos, y no precisamente pocos, en los que el ciudadano español es marginado, estigmatizado y perseguido por activa y por pasiva.
La semana pasada, a Rosa Díez no le negaron la sala de actos del Ateneo barcelonés, pero, así que la mujer hubo hablado, los responsables del centro cívico-cultural lamentaron haberlo consentido/permitido/autorizado.
Sin embargo, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona cedieron gratuitamente las históricas Atarazanas a la comunidad islámica pakistaní para que celebrara en sus locales la Fiesta del Cordero el pasado lunes, 8 de diciembre. Y no sólo la celebró sino que contó con la presencia de representantes de todas las administraciones.
Y, como no podía ser por menos, el representante de la Generalidad habló y declaró: «Vuestra fiesta es nuestra fiesta…», que era tanto como decir: Vuestro ágape es nuestro apat. Así, pues, trato de favor y ambiente de germanor.
Más allá de la fiesta, las oraciones y la confraternización, entre los fines perseguidos por los separatistas catalanes con su nueva línea política podemos descubrir los siguientes:
1) otorgar a la comunidad musulmana el lugar que hasta ahora venían ocupando españoles y suramericanos en Cataluña;
2) incorporar los miembros de esa comunidad al frente separatista y antiespañol;
3) conseguir el apoyo de los países musulmanes para obtener la independencia de Cataluña y su reconocimiento como nación.
A cambio de todo ello, Cataluña estaría dispuesta a apoyar, en su momento, una penetración árabe-musulmana en el Al-Andalus.
La historia se repite. Estamos en los reinos de taifas, en plena Edad Media. Necesitamos una nueva reconquista. Y, puestos a desear y pedir, un nuevo Cid Campeador.