Vascongadas: ¿soberanía nacional y democracia?
Como Pájaro siempre ha dicho Vascongadas, quiere seguir diciendo Vascongadas mientras viva, aunque las noticias que le llegan de allí son decididamente sobrecogedoras: doscientas mil personas han tenido que abandonar la tierra, acaso país, mañana tal vez incluso nación, y cuarenta mil más sobreviven bajo la amenaza directa e implacable de los trabucaires de Eta.
A pesar de esos datos y esas cifras, parece ser que en Vascongadas la vida continúa e incluso conserva cierta apariencia de normalidad. No se entiende, pero así es o, al menos, así se nos dice que es. Uno piensa en otras situaciones de opresión y llega a la conclusión de que, efectivamente, es muy posible, pues siempre ha habido personas dispuestas a seguir con su partida de tute, aunque estén rodeadas de cadáveres e incluso aunque esos cadáveres correspondan a amigos y compañeros suyos.
Pájaro bobo se ha preguntado en varias ocasiones qué habría sido de él, hijos y mujer aparte, si le hubiera tocado vivir allí donde ahora España cambia de nombre y de bandera, allí donde termina el Estado de derecho y su soberanía. Aunque se trate de una ucronía, la respuesta es sumamente fácil, pues su comportamiento ha sido siempre lineal y por lineal previsible.
En cualquier caso, la situación de Vascongadas es insostenible, ya a medio plazo, para un Estado de derecho. O España acaba con los separatismos o el separatismo vasco y el separatismo catalán acabarán con España. Lo sabemos todos. Unos para lamentarlo, otros para celebrarlo. Lo que nadie sabe es el precio que unos y otros habrán de pagar.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas:
Qué fin espera a España?
¿Quién lo ha decidido?
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