España: ¿del Estado de las Autonomías a la nación de naciúnculas?
Pájaro bobo lo aprendió de Karl Marx, judío de Trier (Tréveris) y teórico del cambio social por salto cualitativo, hace muchos años y desde entonces no deja de aplicarlo a su manera y vomitar: «Hasta ahora los españoles se han dedicado a criticar el Estado de las Autonomías cuando lo que hace falta es cambiarlo».
Con fecha de hoy, Gabriel Albiac, uno de los pocos comentaristas con temple y vibración que nos quedan, blasfema en el ABC de todos los españoles: «El Estado de las Autonomías es hoy incompatible con las supervivencia [de España]».
La situación es tanto más grave cuanto que nuestro jefe de Gobierno, falto de sentido de Estado y sentimiento patriótico, se empeña en continuar su huida hacia adelante y en satisfacer con todos los kindersorpresas y todas las chuches a su alcance las demandas de los separatistas para tenerlos contentos o, al menos, entretenidos mientras él mande. Así, la derrota está cantada: derrota como ruta y derrota como meta final.
España avanza inexorablemente hacia su autodestrucción.
El hecho de que Ibarretxe, presidente del gobierno vasco, se niegue a abandonar su cargo, situándolo fuera y por encima de la jurisdicción del Estado español, no es menos sintomático que la decisión de Montilla, presidente de la Generalidad catalana, de no acatar, por incompetente, el fallo del Tribunal Constitucional en todo lo que, a su juicio, sea contrario a los intereses de Cataluña.
Nos encontramos ante dos casos de desobediencia institucional tanto más graves cuanto que se basan, de una parte, en la certeza de que el Gobierno/Estado español carece de medios para obligarlos a acatar la Constitución y, de otra parte, en el convencimiento de que su actitud de rebeldía no va a tener castigo alguno sino que, a la larga, va a fortalecer su posición y va a facilitar la consecución del objetivo ultimo o penúltimo: dejar sin efecto la Constitución española de 1978 por vía de la desobediencia reiterada y el incumplimiento sistemático.
Ya ahora, por mor de esa práctica dolosa ensayada una mil veces, dentro del territorio español hay varios Entes Autonómicos que se han erigido de hecho en naciúnculas o naciones de bolsillo con sus tres poderes y una representación exterior propia e independiente de España.
De momento tenemos dos de esas naciúnculas y una tercera que, según prece, ha sufrido un aborto a última hora. Pero, en cambio, hay como media docena que aspira a sacar la cabeza en Bruselas, en Europa y donde sea necesario para no ser menos que Cataluña y eso que llaman Euzkadi.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿y si España ya hubiera dejado atrás el Estado de las Autonomías y hubiera pasado a ser una nación de naciúnculas?
Del Idióticon de Pájaro bobo
Naciúncula, del latín natiuncunla, diminutivo de natio. Según Pájaro bobo, la naciúncula permanece alojada en el seno de la nación madre hasta que alcanza su mayoría de edad y puede ingresar en los organismos internacionales y, por descontado, en la ONU. Durante ese tiempo, la nación madre/nodriza (en catalán, dida) está obligada a mantenerla, instruirla y vestirla progresivamente con todos los atributos propios de una nación. Evidentemente, el sueño de toda naciúncula es suplantar a su madre en el concierto de las naciones.
Hispania, natio natiuncularum