Kosovo: ¿advertencia o escarmiento?
Podemos pensar que, dado su talante, a Zapatero, el trapisondista, le va a costar aprender la lección de Kosovo. El muy liante se pensaba que todo el monte era orégano, y ahí está ahora: urdiendo precipitadamente un apaño para salir del trance. Con la Chacón, ministra de indefensa, como víctima y cómplice. Matrimonio de conveniencia en primeras y últimas náuseas.
Habrá que ver si, a pesar suyo, el jefe de los socialistas tiene que devolver la catalanista a los chiqueros de la Barceloneta.
En cualquier caso, Zapatero, el trapisondista, lo va a pasar mal y nos lo va hacer pasar mal a nosotros, los españoles, víctimas de su incurable e inenarrable falsedad. Todo un embajador de España. España —dicen ahora en la vieja Europa— siempre se va.
Probablemente, en un futuro próximo los españoles empezaremos a sentir/sufrir las consecuencias de la última traición de Zapatero: merma del prestigio nacional y merma del dinero del Estado. Eso es lo que se puede leer en los papeles de allende nuestras fronteras.
A Zapatero, el trapisondista, alguien debería haberle explicado en su momento que los Estados soberanos no son autonomías y que los jefes de Estado no son caciques autonómicos como, verbigracia, ese ser abyecto y vil llamado Montilla, con el que el tal Zapatero practica asiduamente el arte del sablazo por la espalda y la puñalada trapera à la nonchalant.
Una cosa es la política de la puta i la Ramoneta y otra la geoestrategia. Kosovo no es ni una nación ni un Estado, tampoco una naciúncula, ni siquiera una autonomía. Nada de eso pero mucho más que todo eso. Kosovo es hoy el gozne sobre el que giran dos bloques geopolíticos: Rusia-Serbia y la OTAN.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿y si, como cree Pájaro bobo, Zapatero no aprende la lección de Kosovo y se empeña en continuar con sus trapisondas y sus deslealtades en perjuidio de España y los españoles?