Israel: Irán
Israel puede verse como el Estado, la nación y la patria de los judíos. Por su situación geográfica, también puede verse como la frontera oriental de Occidente o, más concretamente, de Europa. Incluso como un enclave europeo en pleno mundo árabo-musulmán.
Hay quienes dicen que atacar a Israel es atacar al mundo occidental y que después de Israel vendrá Europa.
Sin merma de lo dicho, Israel puede verse igualmente como un portaaviones anclado frente a las arenas del desierto o, si se prefiere, frente a los pozos de petróleo de Oriente Medio, para actuar en caso necesario como plataforma de desembarco y cabeza de puente de las tropas estadounidenses, ya sea con uniformes de los marines, de las fuerzas de pacificación de la ONU o de los soldados de la OTAN.
Mientras haya petróleo en los desiertos arábigos —pongamos veinticinco años—, Israel contará con la protección estratégica y la presencia física de Estados Unidos.
Israel puede verse asimismo como el gran aliado geoestratégico de Estados Unidos. Y siempre se ha dicho que en las fuerzas ocultas que gobiernan el mundo la presencia judía es decisiva.
Sea de todo ello lo que fuere, lo cierto es que Israel es infinitamente más que Israel: un territorio de veintiún mil kilómetros cuadrados (como la provincia de Badajoz) y apenas siete millones de habitantes (menos un veinte por ciento de árabes israelíes),
Como a lo largo de toda su historia, actualmente Israel lucha por su supervivencia. Durante décadas ha conseguido frenar el acoso de las jarcas del desierto, pero ahora Irán está a punto de fabricar una bomba atómica y liderar los países del mundo islámico. ¿Primer objetivo? Arrasar Israel hasta que no quede de él ni siquiera el recuerdo.
Israel lo sabe y, aunque le gustaría lanzar un ataque preventivo por sorpresa (Blitzkrieg) y destruir todas las instalaciones implicadas en la fabricación de armas nucleares, no lo hace. Estados Unidos no lo autoriza y, llegado el momento, es posible que no lo permitiera. Situación muy difícil. Acaso la más difícil de toda su difícil historia: está en juego no sólo la supervivencia de Israel como nación y Estado sino incluso la de todos los judíos como colectividad.
Entre los judíos hay quienes propugnan un ataque relámpago a vida o muerte y quienes sostienen que Israel tendrá que aprender a convivir con un Irán convertido en potencia nuclear. Mientras tanto hay que frenar por todos los medios disponibles la carrera armamentística del país de los medos. Aquí entran en juego los servicios secretos del Mosad con sus avanzadas técnicas de espionaje y sabotaje. Todos los científicos que trabajan en el proyecto nuclear iraní están en la lista negra, al igual que los gobiernos y las empresas que le suministran equipos de investigación y seguridad. En ese campo, los judíos hacen auténticos prodigios y pueden obstaculizar sistemáticamente la puesta a punto del proyecto iraní y, con tiempo y suerte, incluso malograrlo definitivamente. En esas están.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué harán Estados Unidos e Israel si un año después de tener la bomba atómica Irán les presenta un ultimátum que va desde la creación y el reconocimiento de un Estado palestino hasta el pago de indemnizaciones multimillonarias a Irak y Afganistán por la invasión de estos dos países?
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