Artículos del día 15 de abril de 2009

Rodríguez Zapatero: una fórmula política para una crisis económica

Es difícil imaginar que Zapatero pueda  elaborar un proyecto o un programa integral y sistémico para abordar una situación o un problema complejo de naturaleza económica. A él lo que le tira es  el gesto rápido,  la pirueta,  la declaración pública por sorpresa y mirando al tendido. Zapatero es ante todo un demagogo en la peor acepción de la palabra, o sea, un embaucador.

Esas cualidades y esa disposición le llevan no sólo a suplantar sin el mínimo rubor al ministro de Economía, haciendo declaraciones y dando explicaciones sobre temas que ni entiende ni conoce, sino incluso a formular propuestas para hacer frente a  los problemas económicos de los españoles;  no para solucionarlos sino para postergarlos y agravarlos.

De hecho, tan pronto como barrunta tormenta,  Zapatero  toma la palabra  y promete  solemnemente que «las personas  necesitadas no quedarán desatendidas».  No  se compromete a combatir el paro y la miseria con medidas  encaminadas  a promover la  actividad empresarial y laboral,  sino que garantiza medios de subsistencia a los más necesitados en forma de ayudas de carácter social. En realidad,  con ello lo que busca y consigue es  fidelizar el voto de algo así como cinco millones de personas.

Una nación es ante todo una unidad de producción, y lo que hace Zapatero es  aplicar  una solución  política o si se quiere  falsamente social y socialista a un problema económico que, dada la naturaleza de las cosas,   tradicionalmente se abordaba y se procuraba resolver esencialmente  en términos económicos, o sea, reactivando el sistema productivo  para que la energía en forma de  flujo dinerario irrigara de nuevo  todo el tejido social, empezando  arriba, en  la empresa, y terminando abajo, en  los trabajadores y los  más necesitados. Por triste y cruel que pueda parecer, la experiencia nos demuestra  que si das de comer a una persona te aseguras  su voto a perpetuidad, pero esa persona  difícilmente volverá a trabajar  Y, en opinión del Insomne,  eso también es corrupción.

A las personas hay que ayudarlas cuando lo necesitan,  pero la solución del problema no está ahí sino en incorporarlas al proceso de producción: en él se realizan a sí mismas y contribuyen activamente a mejorar las condiciones de vida de muchos  seres humanos y, en definitiva, de la sociedad en su conjunto. En las sociedades modernas, la  solución racional y civilizada de  los problemas —de todos los problemas, de casi todos los problemas— está en  el trabajo.  En él deben converger los esfuerzos de explotadores y explotados.

Con su plan social, Zapatero fideliza el voto de los necesitados y deja las crisis económicas para las empresas o, si se quiere, para el capital y los capitalistas.  En la práctica eso significa que  hasta ahora el socialismo  ganaba las elecciones en períodos de prosperidad y  las perdía tan pronto como afloraba la crisis,   pues en esa situación  hay que tomar medidas  que,  por austeras,  espantan a los votantes de izquierdas.

Eso, hasta que llegó Zapatero, mago de las finanzas y del pensamiento mágico. Ahora, con la fórmula ideada por él las crisis sirven para reforzar la posición de la izquierda mediante subvenciones generosas a los parados,  lo que a su vez  lleva incluso  a  la promoción del paro como  medio  natural de éstos.

En opinión del Insomne, la idea, sea original o copia, merece un estudio a fondo y, si procede, una refutación en toda regla.

Pregunta a los cuatro vientos: ¿no es cierto, como piensa el Insomne,  que la fórmula política de Zapatero para combatir la crisis económica conlleva, como mínimo,  el peligro de promover  la desnaturalización y el envilecimiento de la clase trabajadora caracterizada históricamente por su espíritu de lucha?