Artículos del día 2 de junio de 2009

De niños y niñerías

En alemán se dice coloquialmente que todo hombre adulto lleva, conserva, un niño en su interior: das Kind im Manne.  Normalmente ese niño queda ahí y va perdiendo presencia en términos absolutos  y relativos a medida que el individuo desarrolla su personalidad.

La personalidad puede entenderse como una máscara e incluso como una coraza. El desarrollo de la personalidad es, en realidad, una extroversión y una forma de alienación. La  persona adulta es un ser  dual,  escindido, esquizofrénico, necesariamente  falso.  Si los seres humanos no mintieran y engañaran, probablemente no podrían  vivir  y con toda seguridad no podrían convivir, al menos en la forma que conocemos.

Freud lo aprendió en la Biblia, concretamente en el relato mítico del pecado original. ¿He dicho mítico? Bueno, mítico en la forma.

El caso es que, según parece, el ser humano  que no se desarrolla debidamente en lo intelectual y no crece simultáneamente en lo espiritual  sigue siendo un  niño y, como tal,  permanece aferrado a su mundo, que es como un segundo útero.  Y, lógicamente, cualquiera que sea su edad, los conceptos y las figuras  que pueblan su imaginario son conceptos y figuras de   su infancia. Y, como no podía ser por menos,  los retratos y las descripciones que hace de los demás son retratos y descripciones de niños que en realidad son  él  mismo.

Por eso, y por otras muchas razones, el Insomne recuerda siempre   al ilustre profesor placentino de segunda enseñanza que, allá por los años de nuestra durísima e interminable  posguerra,   declamaba con voz solemne  desde lo alto de su tarima con pretensiones de cátedra:

«El que con infantes pernocta excrementado alborea».