La burbuja futbolística
Después de la triste experiencia que nos deparó la burbuja inmobiliaria al estallar y dar lugar a una crisis de proporciones supranacionales, crisis cuyas consecuencias han terminado pagando, como siempre, quienes menos culpa tenían, nos llegan a diario noticias de que se está fraguando una burbuja futbolística de igual naturaleza, en cuanto fruto codiciado de la economía especulativa, y dimensiones incluso equiparables a las de su predecesora y modelo.
Agotada la mina de la construcción, los brokers —buitres, tiburones y tahúres, depredadores, todos ellos, de implacable dentellada— han fijado los ojos en el fútbol y, tras comprobar que en esa parcela se mueven millones y millones de euros, han abandonado el ladrillo y se han concentrado en la pelota.
Al Insomne se la antoja que el Gopbierno debería tomar cartas en el asunto, a través de las instancias competentes, e investigar desde un principio esas operaciones-transacciones en las que se mueven cientos de millones y evitar, en la medida de sus posibilidades, una acumulación de fraudes y corrupciones como la que llevó a la crisis del ladrillo.
Habida cuenta de los precedentes existentes, conocidos de todos, si se llegara ahora al mismo desenlace, los ciudadanos tendrían derecho y obligación de culpar al Gobierno no sólo de no haber hecho nada para impedir la crisis sino incluso de haber procedido así a sabiendas.
Pregunta a los cuatro vientos: ¿tendrá pelotas el jefe de Gobierno para jugar una vez más a la gallinita ciega y luego decir que todo ha sido obra de la codicia humana?