Vicente Ferrer: ¿catalán, no catalán?
Según pudimos leer días pasados en La Vanguardia, la Generalidad decidió ignorar la muerte de Vicente Ferrer y, con ella, su figura y su obra.
Humano, humanísimo, nunca demasiado humano.
El Insomne se malicia que Pujol ben Gurión, cabeza visible de las cien familias del Sanedrín, y Lluís Martínez Sistach, su Sumo Sacerdote, consideraron que alguien que había puesto su vida al servicio de los menesterosos no podía servir de modelo y ejemplo a esos burgueses que han convertido el amor al prójimo en un sarcasmo.
Tal condición—la de modelo y ejemplo—, con los honores pertinentes, quedaba reservada a personajes como Toni Farrés, que, después de engañar y utilizar a los obreros españoles de las barriadas de Sabadell como carne de cañón, había entregado el poder a los descendientes de las cien familias.
Eso sí que es lealtad y heroísmo.
Y curioso, muy curioso, pues, mientras el seudocomunista y criptocatalanista Toni Farrés entraba en la Casa Gran y en la historia de Cataluña por la puerta grande, el ecuménico y por eso mismo heterodoxo Vicente Ferrer iba a hacer compañía al falangista José Burrull en la fosa común de los catalanes de infausta memoria.
Pregunta a los cuatro vientos: ¿qué dirá de Vicente Ferrer la Enciclopèdia Catalana en su próxima edición?
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