Francisco Camps o la dignidad perdida
El Insomne considera que, de momento, el culebrón de Francisco Camps se ha cerrado en falso con un apaño judicial que, lejos de salvar o rescatar al presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia, lo deja en una situación mucho más precaria y mucho más vulnerable en términos de legalidad.
Camps ha estado declarando personalmente, durante meses y meses, que pagó los trajes cuyo importe se le viene reclamando; que los pagó al contado y, según una de las últimas versiones, al contado y con dinero de la farmacia de su señora esposa.
Todos sabemos que, a pesar de esas y otras declaraciones del mismo signo, el imputado no ha sido capaz de presentar las facturas correspondientes y tampoco pruebas o indicios que de una manera indirecta o parcial pudieran avalar, refrendar o confirmar su afirmación. No hay facturas, no hay pruebas, no hay indicios. Ni personas ni hechos ni curcunstancias con una mínima consistencia o, al menos, verosimilitud.
Si Camps hubiera sido mínimamente listo o hubiera tenido asesores mínimamente avispados, lo primero que habría hecho es pagar los trajes —-¿por segunda vez?— exigiendo las facturas correspondientes.
Que, muy probablemente, es lo que va a tener que hacer al final.
De ese modo se habría situado en el marco de la ley y habría desmontado la acusación de que era objeto. Sólo con abonar unos miles de euros.
En lugar de eso, el tal Camps se ha limitado a insistir en que ha pagado los trajes. Pero, lamentablemente, lo ha hecho no ya sin pruebas sino incluso sin la mínima convicción.
La cara de Camps no es la cara de alguien que cree en lo que dice.
Zapatero lo hace mejor; quiero decir, miente mejor.
Tontos, tontos de remate. Camps y sus asesores.
Pero acaso no tan tontos, pues el hombre y sus hombres guardaban una carta en la bocamanga.
El presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, Juan Luis de la Rúa, estaba dispuesto a sacar del trance al acusado con una medida de efecto inmediato: archivar el caso.
A los ojos del Insomne, con más sentido común que conocimiento de leyes, eso es un apaño entre amiguetes.
Tonto Camps, tontos sus asesores, tonto el juez De la Rúa.
Pregunta a los cuatro vientos: ¿no es lícito acusar de cohecho a un tribunal que juzga un caso de cohecho y se niega a realizar las diligencias pertinentes para fallar deliberadamente a favor del imputado de acuerdo con una decisión adoptada a priori?
Del Idióticon del Insomne
Cohecho. El diccionario de la Academia de la Lengua lo define como «delito consistente en sobornar a un juez o a un funcionario en el ejercicio de sus funciones, o en la aceptación del soborno por parte de aquellos».
Sobornar. Según la misma fuente, sobornar consiste en «corromper a alguien con dádivas para conseguir de él algo».
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