Novela: aclaración post scriptum
Efectivamente, Birkendorf, Aldea del Abedul en tierras de Wilhelm Tell, no figura en los mapas de la época —mediados del siglo XX, ese siglo nuestro que ya es historia–, de ninguna época.
¿Flor de mi imaginario?
En realidad, Birkendorf es Zurich, metrópoli financiera, industrial y comercial de la Suiza alemana y, por eso mismo, de toda la Confederación Helvética.
Siempre activa y dinámica, nunca ostentosa, hoy rica y un sí es no es opulenta, Zürich encarna, acaso como ninguna otra ciudad europea, el espíritu de la burguesía protestante a lo largo de cinco siglos de historia.
Cogitare aude, sapere aude, legere aude, agere aude…
Ahí, en el Lebensraum –espacio vital– que surge y se despliega entre el Rin, arteria vertical, y el Danubio, arteria horizontal, floreció la Europa de la Reforma, la Europa de la Ilustración (Aufklärung), la Europa de la Revolución industrial.
En ese mismo Lebensraum situó Robert Musil su Kakania, imperio de naciúnculas, patria de apátridas.
Esa Europa y ese espíritu son los que Miguel Benítez Expósito conoció, estudio y asimiló en su viaje de juventud.
¿Viaje? Emigración y exilio, fábrica y escuela.
En rigor, Miguel Benítez Expósito es Ramón Ibero.
Trampantojos aparte, uno vivió y otro recordó lo vivido.
Esa fue su vida y esas fueron sus vivencias por espacio de ocho largos años, años de dolor, de nostalgia —Sehnsucht!–, pero también de trabajo, de aprendizaje, nunca de plenitud, siempre de superación.
Europa, Europa…